Por: Susi Pola
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La ciudadanía dominicana está preocupada porque, percepción o no, sufre una cadena de violencias ejecutadas cada vez más cerca de la mayoría: ya en nuestro país hay una experiencia traumática familiar o en el círculo de amistades.
La represión fortalecida por la normativa y las prácticas, no siempre legales, no ha dado resultado, porque el problema de la violencia se sostiene en la complejidad de un entramado socio cultural que las autoridades no acaban de entender ni aplicar. Sin embargo, no es difícil concluir que, el común denominador de los casos violentos delincuenciales, el ejecutor es masculino, con un perfil joven y con una crueldad cada vez mayor.
Estas violencias, ocurren dentro de lo que el especialista canadiense Michael Kaufman llama, «la tríada de la violencia de los hombres». Kaufman dice que “la violencia de los hombres contra las mujeres no ocurre en aislamiento, sino que está vinculada a la violencia de los hombres contra otros hombres y a la interiorización de la violencia; es decir, la violencia de un hombre contra sí mismo”.
En nuestro país, las estadísticas nos lo comprueban: crímenes son de ejecución masculina, sea contra mujeres o contra hombres, y los suicidios, también tienen rostro masculino.
La semana pasada fue emblemática para reflexionar seriamente. Mientras los tribunales dictaban sentencias: en Santo Domingo Este, tres meses de coerción contra dos civiles y un policía por asalto a mano armada y homicidios; en Dajabón, condena a 30 años de prisión a hombre ultimó a golpes y lanzó luego su cuerpo al río, a su expareja en 2013; en Valverde, se condena a 30 años de prisión al culpable de haber abusado sexualmente y provocado la muerte a su expareja, en 2012; en Gualey, un niño de siete años ataca a su tía con un cuchillo provocándole una herida grave en un pulmón; una menor de 17 años muere tras recibir un balazo en el cuello, por un joven de 20 años, quien huyó luego; en San Cristóbal, un hombre, de 30 años, dio más de 60 machetazos a otro de 28, porque supuestamente convivía con su ex mujer; y en Harlem, Nueva York, Robert Cartagena, dominicano, fue condenado a 25 años y cadena perpetua por el asesinato de una estudiante.
En el compendio de toda esta violencia machista, una beba de cuatro meses, en estado de gravedad, a borde de una ambulancia, muere por la retención violenta e irracional del vehículo, de una patrulla de miembros de la Dirección Nacional de Control de Drogas. Se imponen medidas socio culturales para desmontar el machismo violento, o no?

