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Manuel Araya compañero de prisión en Chile

Manuel Araya compañero de prisión en Chile

Eduardo Contreras, abogado de la causa Neruda; el poeta Rafael Pineda y Eduardo Contreras, asistente de Pablo Neruda.

Murió en el Puerto de San Antonio, Chile, Manuel Araya, mi compañero de prisión. Nos conocimos en una celda de la zona sur poniente del Estadio Nacional, la misma noche que se produjo en la Clínica Santa María el asesinato del Premio Nobel de literatura Pablo Neruda, de quien mi amigo fuera chofer y asistente personal.

Era el 23 de setiembre. Yo tenía 23 días en una celda (camerino) del Estadio Nacional y había sobrevivido a las torturas y a un simulacro de fusilamiento.

Las puertas se abrieron y fue arrojado sobre nuestros cuerpos tendidos en el piso un hombre herido de bala en una pierna.

Habló poco, pero tuvo fuerzas para decir que era el que asistía y le manejaba el carro a Pablo Neruda.
Con voz cortada narró que estaba en la clínica donde se refugiaba el poeta y que fue sacado de la habitación bajo el pretexto de que fuera a una farmacia a comprar un medicamento que faltaba. Pero antes de llegar a la farmacia lo interceptó a balazos la policía.

Herido y encapuchado, lo trasladaron en un recorrido por lugares tenebrosos. Después lo llevaron al Estadio Nacional donde iban los condenados y donde yo, involuntariamente, me le había adelantado más de tres semanas.

En esa estadía en la entrada del horror se produjo nuestro primer encuentro. Teníamos algo en común y era Pablo Neruda, por cuya vida ofrendaríamos nuestras vidas.

Más adelante, por una gestión del cardenal Raúl Silva Henríquez, arzobispo de Santiago, él regresó a su casa en el Puerto de San Antonio, pero yo, y ninguno de los que compartimos celda con él, sabíamos a donde era que lo habían llevado y nos quedamos sospechando que lo habían desaparecido (era la práctica de la naciente dictadura).

Yo quedé bajo la cobija del odio de Augusto Pinochet y de su bárbara pandilla de asesinos. Custodiado por el coronel Jorge Espinoza Ulloa, encargado militar del Estadio Nacional.

Pasaron 39 años para que volviera a tener noticias de mi compañero de prisión. Fue en Punta del Este, Uruguay, donde durante un encuentro de intelectuales le hice referencia al poeta Edmundo Herrera, quien me confirmó que Manuel había sobrevivido a la dictadura y todavía vivía.

El año 2014 el embajador Eduardo Contreras, jefe de la delegación diplomática de Chile en Uruguay, se convirtió en el vaso comunicante para que Manuel Araya y yo nos reencontráramos, 41 años después de aquella primera noche en el Estadio Nacional. A unos pocos metros de La Chascona nos reunimos los tres para almorzar, y ahí nos dimos nuestro primer abrazo en libertad. Pasaron 41 años sin vernos. Pero desde entonces nada nos separó.

Hablábamos continuamente por teléfono, nos escribíamos, yo me hice parte de su esfuerzo justiciero para que se aclare la verdad y se haga justicia en el caso del homicidio del poeta más grande de la historia de la poesía. El poeta que él amaba, y yo también. Viajé muchas veces a Chile, e iba a visitarlo. Ninguna distancia ni contrariedad nos separó. Solo ahora la maldita muerte.

A sus hermanas. A sus hermanos. A sus sobrinos. Que lo cuidaron con el mayor de los cariños. A su partido. Al pueblo de Chile que llora por su pérdida. A todos les mando mi respeto, mi abrazo solidario, y les digo esta frase del cantor Alí Primera: ‘’Los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos”.

Adiós compañero. Camarada Manuel Araya. Tu causa seguirá siendo nuestra causa. Te recordaremos siempre.
El autor es poeta.

Por: Rafael Pineda
rafaelpinedasanjuanero@gmail.com

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