Flor de estos tiempos cuyos pétalos se marchitaron la noche sombría del pasado 29 de mayo, quedando su perfume intocable y contagioso, pues seres como ella suben al Cielo bordeados por la eternidad. Bella, radiante y tierna como una mañanita campestre, tal naciera, afable, sencilla, buena, íntegra, familiar, idolatrada por su ilustre y grandiosa madre, mi tía del alma Gloria, sus hijos, hermanos, nietos, allegados y cuantos la conocieron y trataron.
Era dulce como mieles divinas, Ana Margarita Rodríguez Nina, cariñosamente Mayra. Desde su niñez, compartimos junto a sus queridísimos hermanos Rafaelito y Juan (Cuchi) mientras estudiábamos en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, y su madre, héroe del trabajo, creara una pensión con algunos estudiantes en la calle 16 de Agosto para luego trasladarla a la calle Peña y Reynoso 19, del histórico sector San Carlos.
Tras concluir sus estudios de bachillerato, su abnegada madre la envía a continuar y ampliar sus estudios a Canadá y España, donde se gradúa con honores, regresando alegre y victoriosa.
Del deceso sorpresivo de Mayra, me enteré al salir cerca de las 8:45 de la mañana del jueves 29, en la funeraria La Paz, cuando una voz angelical me llamó: Domingo, Domingo. Me detuve, y la bella niña era Arianna y me expresa: Murió mi Mami, y quedándome atónito le pregunto, y ¿quién?; y la abracé fraternalmente, regresando lleno de lágrimas al apartamento, trasmitiendo la infausta nota a muchas personas, entre ellas a mi queridísima hermana Sonia en Estados Unidos.
Debemos expresar efusivo y profundo agradecimiento, al Lic. Danilo Medina Sánchez, presidente de la República, por su palpable muestra de solidaridad a los familiares de Mayra, en su gentil visita a la funeraria La Paz, en noble gesto de sinceridad y afecto, sobre todo a su gran y leal amigo en todos los momentos, el ingeniero Juan Rodríguez Nina (Cuchi).
Por mi extrañada tía Gloria, a quien tanto agradezco. Ruego a Dios Todopoderoso le ofrezca serenidad y paz, pues la fe ella la prodiga, para resistir la ausencia de su prístino capullo de amor y laboriosidad, aunque sabemos que la imagen y el nombre de Mayra, vivirán en sus recuerdos con tinte de perennidad invariable. Mayra está en el alma y corazón de su progenitora, hijos y hermanos. No ha muerto, se encuentra ausente. A los queridísimos hijos de Mayra, Carmen Gloria, Miguel y la princesa Adriana, que la continúen adorando, recordando, valorando su sacrificio y el sublime amor que ella les brindara. Y así a Rafaelito y a Juan, a su hermanita que tanto se amaron.
¡Adiós, Mayra, adiós, y, como escribiera Thomas Campbell: Vivir en el corazón de lo que dejamos detrás de nosotros, no es morir. Duerme en paz.