Parecería que los gobiernos de nuestros países, llamados en vías de desarrollo, conforman corporaciones que fortalecen sus economías afincados en nuestras remesas, y con el evidente apoyo de una desfasada partidocracia.
A diferencia de nuestros peloteros y otros atletas que son exitosos en el exterior, nosotros, a conveniencia de quienes nos narigonean, también lo somos. Engrosamos sus maltrechas economías, fruto de malas artes y toda una estela de latrocinios.
Exaltar a la que ahora insisten en llamar diáspora, a la que también pertenecemos profesionales que hemos abandonado el país, no es más que un premio de consolación; es un edulcorante.
Incluso, la denominada “fuga de cerebros” en la que nos incluimos, aunque ejerzamos un oficio liberal, no científico; es una excusa para justificar nuestra azarosa vida de inmigrantes. Es una forma de distraernos, y bien soportar nuestras carencias.
Así como en nuestras venas abiertas, los imperios también tienen un origen que tiene que ver con los abusos y explotación de nuestros pueblos; del mismo modo, los gobiernos, lacayos de los primeros, en un efecto dominó; se sostienen con los resultados de los esfuerzos laborales de los emigrantes. En ello, los periodistas y nuestros familiares, aportamos nuestra cuota.
Y nos preguntamos: ¿se justifica que estemos atravesando por diversas penurias en el exterior y vernos impedidos de por lo menos de vez en cuando, visitar nuestro país, por falta de recursos económicos y hasta de alojamiento? Al margen de fanatismos, confirmamos una vez más que, desde el 1992 a esta fecha, para nosotros, el cambio deseado no ha llegado.