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Miqueas predice a Jesucristo

Miqueas predice a Jesucristo

Rafael Peralta Romero

El nacimiento de Jesucristo, como su vida y su muerte corporal, arrastran misterios que demandan fe para aceptarlos. Pero están provistos de referencias históricas que pueden satisfacer las exigencias de los escépticos.  Merece leerse un pasaje del profeta Miqueas (Mq 5, 1-3) que anuncia el nacimiento de Jesús en Belén.

Dice: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.  Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz; y el resto de sus hermanos se volverá con los hijos de Israel”. 

Miqueas vivió en el año 740 antes de Cristo, tiempos en los Israel era asediado por pueblos vecinos. Al momento de anunciar a Jesús, Israel era vasallo de los asirios. Respecto de este pueblo es bien conocida la historia de Judit y el sangrudo general Holofernes, quien fuera decapitado por la astuta Judit.

Misterio de fe es que Jesucristo naciera de una mujer que no tuvo contacto con varón, pero no es misterio, sino hecho histórico, que al momento de su nacimiento su país estuviese ocupado por el imperio romano, representado en el Gobierno por Herodes primero o el Grande, prototipo de entreguismo.

Antes de la Natividad de Jesús se produjo la de su precursor, Juan el Bautista, quien por otro misterio nació de una anciana, quien por ley natural ya no podía parir. Por “designio inescrutable de la Providencia”, de Isabel, esposa de Zacarías, nació Juan, el que habría de bautizar a Jesús en el río Jordán.

Juan vino al mundo en el último siglo antes de Cristo. En el período en que Tiberio César Augusto cumplía 15 años como emperador en Roma, -apunta el evangelista Lucas- fue dirigida la palabra de Dios a Juan para que se ocupara de proclamar a Jesús, quien tendría entonces unos 29 años.

Por algo ha de tener tanto significado la Navidad, que se ha enseñoreado sobre el misterio y el mundo ha hecho suya esta celebración. Es tiempo de alegría, de celebrar la vida, de perdonar y de mostrar generosidad. Nada mejor indicado para conmemorar el hecho más trascendente de la historia.

Es muy triste que algunos países impidan a su gente celebrar la Navidad. Caso notorio es el de China, donde el cristianismo es minoría, y no solo por el ateísmo que caracteriza a los regímenes marxista-leninistas, sino que se alegan razones culturales. El mundo seguirá celebrando la fiesta más universal: Navidad.