Aqui somo bueno to”, me dijo el amabilísimo cajero de un banco en Jarabacoa. “Vengase a vivir para acá, que aquí todavía la gente vive”. Y, ciertamente, algo tiene ese poblado que conjuga la energía de las montañas y ríos circundantes con la vitalidad de una población que rebosa calles y plazas.
No hay dominicanas más bonitas que las de Jarabacoa, porque “son taínas”, es decir trigueñas, con el pelo largo y negro hasta la cintura; ni mas bellas versiones de Denzel Washington, en tiendas y supermercados. “Todos los que vienen se quedan”, después de atravesar los túneles de árboles que conducen al pueblo y una carretera donde pacen las vacas, como si su única función fuese trasladarnos a un cuadro del costumbrismo rural.
Este viernes comienza el 22avo Festival de Poesía de la Montaña, dedicado a Mateo Morrison, coordinado por de la escritora Taty Hernández. Uno de los pocos festivales donde los y las poetas leen entre ellos y ellas, en la absoluta paz del Centro Salesiano, sus jardines y río.
Como en Medellín, a cuyo Festival deberíamos hermanarnos, por ser ambos de montaña, irán poetas de toda Dominicana y allende los mares. Con abundancia de talleres para jóvenes y niños, con la posibilidad de conversar sobre poesía, y quienes son l@s poetas, eso seres, empeñados en redefinir el lenguaje a su imagen y semejanza.
Yo, como siempre, estaré atenta a las serpientes de hierba zigzagueando, montaña abajo, alborotadas. Al rumor de las flores amarillas acurrucadas ante la proximidad del viento, y las hileras de flores moradas, erguidas como chaperonas. A la agitada respiración de montañas y ríos, en su parto estacional de otoños y primaveras.
Sin proponérmelo se me unirán en el encanto Miguel Hernández y Federico García Lorca, y Julia de Burgos con su Río Grande de Loiza; Eliseo Diego con sus columnas de sombra, y Pablo Armando Fernández cuyos niños no se despidieron nunca; y Fernández Retamar y Pedro Mir No faltarán Neruda, ni Roque, con su humor ácido; ni Darío ni Huidobro con sus experimentaciones. En el cielo volverán a aparecer la rosa de Mieses Burgos y los ángeles negros de Gillén y Manuel del Cabral.
No te olvides del Cuaderno de Retorno al País Natal, exclama Aimé Cesaire, ni tus vecinos próximos, recuerda Jacques Viau. O del silencio y cajas de zapatos, recomienda la taciturna Emiy Dickinson. !Alors!, reirán Nancy Morejón y ReinaMaría.
Me tomarán del brazo Alfonsina, Gabriela, Juana, Delmira, Salomé, Aída, Carmen Natalia, Carmen Sánchez, Ritin, Johanna, Sor Juana, y me confirmaré multitud de voces.
Mis ojos, cansados de ciudad, debatirán esta percepción de realidad, y volveré a preguntarme si este verde es verde, o una interpretación azul del amarillo.