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Ni aquí ni allá

Ni aquí ni allá

Fernando De León

Por Fernando De León fernando26.deleon@yahoo.com>

El suplicio del migrante que no se siente diáspora, como se nos llama ahora, hasta cierto punto de modo despectivo aunque quieran hacernos sentir bien y “consolarnos”; es peor de lo que el común de la gente se imagina.

Acabo de retornar de Santo Domingo, y nuevamente siento cierta ansiedad. Sería complejo el definir cuál es la diferencia con respecto a la depresión. Tengo la extraña sensación que se asemeja a un estado límbico que me dice que no estoy aquí ni allá, aunque no viaje frecuentemente.

En los contornos que me vieron crecer, me siento calmado y feliz, y parece que en mi opera un epigenoma. Es decir, visitando en Gascue, la casa materna de mi padre, y Villa Francisca, retorno a mi infancia y adolescencia. Y, parecen despuntar mis orígenes ligados a esos ambientes; claro, en ello incide mi ADN familiar.

Es un verdadero bienestar compartir con colegas y amigos de infancia y adolescencia -de éstos últimos quedan pocos-. Pero de otro lado, aunque viva solo en Nueva York, tengo la aprensión sobre cómo me sentiré lejos de mis hijos y nietos estadounidenses, quedándome en los que considero mis lares.

Al parecer, no basta con que tenga el único hermano por vía materna, residiendo en la capital. Aún con los avances tecnológicos que tiene que ver con lo efectivo de las comunicaciones, quiero estar cuasi presente en el transcurrir cotidiano de mis hijos, sobre todo, del mayor, Lenin Arturo. Pamela vive relativamente cerca, en el Midtown de Manhattan.

En otras palabras, puedo decir que con todo y el regocijo de frecuentar mi hábitat, incluidos mis otrora circunvecinos del sub-barrio de Borojol, si me quedase, sentiré la desazón de estar lejos de mis descendientes.

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