Opinión

Obstruida e inconclusa

Obstruida e inconclusa

El 25 de septiembre se concretó el primer golpe obstructivo a la revolución democrática dominicana gestada en la lucha contra la tiranía trujillista impuesta por la intervención militar estadounidense de 1916 dentro del plan expansivo del imperialismo norteamericano.

La victoria electoral del profesor Juan Bosch en diciembre de 1962 con más el 63% de los votos depositados y la aprobación de la Constitución de 1963, fueron  expresiones contundentes de la determinación de gran parte de esta sociedad a favor de una democracia con profundo contenido social y autodeterminación nacional, claras premisas para avanzar hacia la anhelada revolución democrática.

El golpe de estado patrocinado por Estados Unidos, el generalato corrompido, la cúpula conservadora de la Iglesia Católica, las derechas política y la oligarquía criolla o burguesía dependiente,  estuvo destinado a obstruir tajantemente y por la fuerza ese proceso. Pero a corto plazo resultó insuficiente frente a la formidable impronta democrática que se había gestado en la sociedad dominicana.

Duró –como certeramente lo vaticinara el propio Bosch- “menos que una cucaracha en un gallinero”.

El contragolpe militar constitucionalista, el masivo levantamiento civil que le siguió, su conversión en insurrección popular triunfante… no admiten equívocos respecto al inicio en ese instante de una revolución democrática-popular a contrapelo de los funestos designios del imperialismo estadounidense y sus socios internos.

El fracaso de la reacción interna era más que evidente. En el territorio nacional no existían fuerzas sociales, políticas y militares capaces de contener y derrotar un proceso que ya resultaba mucho más profundo y radical que el propio régimen político democrático depuesto y que la Constitución derogada. Una verdadera revolución, sustentada en el pueblo en armas, configurando un poder popular soberano, estaba en marcha.

De ahí la intervención militar imperialista, la ocupación del país por el ARMY estadounidense, para obstruir con una fuerza superior el proceso revolucionario iniciado e imponer desde la restauración del viejo Estado, tutelado y asistido por la contrarrevolución imperialista, el terror y todos los procedimientos que permitieran una obstrucción renovable de largo aliento.

La revolución no pudo continuar. Quedó inconclusa: truncada por una fuerza poderosa con enorme poder de contención y cooptación de una gran parte de los actores y sujetos de aquel espléndido y justiciero abril.

El Nacional

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