Opinión convergencia

Over

Over

Efraim Castillo

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La caña de azúcar, por su importancia agroindustrial y el rol integrador multiétnico que ha desarrollado en la historia de nuestro país y el Caribe, no ha representado -salvo pocas y honrosas excepciones- muchos de los elementos que conforman nuestra identidad cultural, sobre todo en lo que atañe al arte y la literatura.

Esta hierba perenne, además del azúcar, también se utiliza en la producción de papel, abono, alimento animal y una gran variedad de bebidas alcohólicas, como el ron; instituyendo por casi 500 años los discursos imperiales y políticos que han sellado la geografía caribeña. La caña, así, ha sido un denso universo multifacético dentro del tejido literario dominicano.

La novela “Over” (1939), de Ramón Marrero Aristy (1913-1959), y el poema “Hay un país en el mundo” (1949), de Pedro Mir (1913-2000), asientan sus argumentos en el impacto de la caña y su explotación, enfatizando sus argumentos en los seres involucrados en su industrialización.

Mientras en “Over” las relaciones que atañen a la caña connotan lo simbólico sobre lo paradigmático, dilucidado a través de lo ontológico (un yo-narrante que es, además, actante), en “Hay un país en el mundo” se vincula la imagen total del ingenio, la geografía que lo alberga y la participación humana en una poetización que universaliza su proceso (Esa es otra canción.

Escuchad la canción deliciosa de los ingenios de azúcar y de alcohol” -versos 148, 149 y 150, encadenados hasta el 205). Así, estas producciones no solo priorizan la concienciación de un proletariado nacional, sino que fundan en el país, como hizo Nicolás Guillén en Cuba, un maravilloso paradigma nacional con el protagonismo de la caña. La carestía de temática sobre la caña y sus correlatos viene a llenar su vacío con “Hay un país en el mundo”, mientras que en “Over” se anexa una ontología al submundo de explotación que conlleva la industrialización de la caña desde la soledad de su protagonista.

Habría que señalar, desde luego, que tanto la inspiración de Mir como la de Marrero Aristy, no partieron desde una euforia repentina para producir sus obras cumbre, sino que respondieron a la inmanencia de un llamado formulado a través de las protestas sociales. Pedro Mir, nativo de San Pedro de Macorís, y Ramón Marrero Aristy, de La Romana, nacieron en ciudades ubicadas en la zona geográfica del país donde el cultivo de la caña impera sobre los demás rubros agrícolas y fue en esa zona donde se produjeron las primeras protestas obreras del país entre 1939 y 1949.

En “Historia y conciencia de clase (Una aportación a la teoría científica del socialismo leninista” (Siglo XXI, 2021), György Lukács concluye “que la concepción materialista de la historia no es –como Friedrich Engels y otros materialistas señalaban – producto de una materialización económica y natural, sino que esta se percibe a partir del fenómeno del fetichismo de la mercancía […] Es decir, la cosificación del sujeto produce, naturalmente un ser (obrero) y ser social (proletariado), que son direccionables, manipulables”.