Opinión Articulistas

Patriotismo sospechoso

Patriotismo sospechoso

Manuel Fermín

La pluralidad cultural es la característica, y al mismo tiempo, uno de los retos más importantes de la República Dominicana como país abierto al turismo internacional, y que sabemos abre puertas a diferentes culturas provenientes de países cuyos ciudadanos nos visitan; también buenas y malas costumbres.

Pero el problema se hace complejo y peligroso cuando nos viene encima una corriente migratoria desde Haití, que nos deja en evidencia las llagas de la integración social forzada ante un pueblo que no está dispuesto a permitir que sus tradiciones y valores fundamentales sean violados por nacionales haitianos cargados de costumbres muy distintas a las nuestras.

Todos conocemos lo que significa esta invasión migratoria, sin embargo, el Gobierno actúa y concreta a puerta cerrada con poderes extranjeros que exigen, u ordenan una especie de convenio de integración de toda esa africanidad tribal con la dominicana vía una adhesión impuesta bajo subterfugios de calificar ese vaciado de una gran cantidad de escorias poblacionales como “refugiados”, en donde nuestra nación no podría eludir sus obligaciones para garantizarles condiciones de vida y los derechos fundamentales que no disfrutan los nacionales nuestros.

Y la verdad es que a los haitianos los detestamos simplemente porque no nos garantizan un firme espacio de convivencia. Son los más lejanos de nuestros vecinos cercanos.

El presidente Abinader no ha querido ver que eso genera tensiones entre los dominicanos, y prefiere saltar las normas constitucionales apelando a un discurso oculto en la escenografía de un falso o sospechoso patriotismo de que “República Dominicana no es la solución al problema haitiano”, o que “no tolerará campamentos de refugiados”, mientras acepta centenares de asentamientos como forma de obviar la calificación, y a la vez realiza escaramuzas de repatriaciones para entretenernos, pero provocando daños a la tranquilidad de las familias dominicanas.

Aún así sus más fieles y entusiastas defensores alaban la “valentía” y la “responsabilidad” del jefe del Estado de garantizar la identidad y la soberanía del país. ¡Qué vergüenza!.