Rusia y Ucrania han acordado la creación de corredores humanitarios para la salida de civiles, pero no han pactado propiamente un alto el fuego, sino que han advertido que la guerra continuará, aunque puede ser que se concrete una tregua que ojalá sea duradera.
Autoridades ucranianas consideran que “es posible que haya un alto el fuego en el momento de la evacuación allá donde se desarrolle”, en tanto que la parte rusa dijo que la cuestión clave resuelta durante la segunda ronda de negociaciones ha sido “la protección de la población civil.”
Puede ser que tanto Moscú como Kiev rehúyan utilizar el término de “cese el fuego”, aunque el jefe de la delegación rusa, Vladimir Medinski, consideró “solo posible” que se produzca un alto de hostilidades durante las evacuaciones de civiles.
Aun así, se considera ese precario acuerdo como un paso inicial hacia un anhelado fin de lo que Rusia denomina “operativo militar especial”, pero Ucrania y el mundo definen como invasión o guerra de ocupación, que ya lleva más de una semana.
Los líderes de Ucrania parecen dispuestos a poner fin al rol de conejillo de indias que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha asignado a ese país en su lucha hegemónica con Rusia, cuyo líder, Vladimir Putin tuvo el desatino de ordenar a su ejército perpetrar un fiero ataque contra su territorio.
Es por eso que se asigna gran trascendencia a las negociaciones entre Ucrania y Rusia, la segunda de las cuales se efectuó ayer en la región bielorrusa de Gómel, donde las partes arribaron al acuerdo de permitir corredores humanitarios para que la población civil evacue las zonas de combate.
Ojalá que ese frágil primer entendimiento se convierta en el inicio de un rápido trayecto de diálogo que culmine lo más pronto posible en cese de hostilidades y fin de una guerra que nunca debió ocurrir y cuya consecuencia humana, social, política, económica e histórica recae sobre interventores y titiriteros.
El mundo civilizado, víctima de un bombardeo de desinformación respecto a esa tragedia, está compelido a exigir por igual a Moscú, Washington y Bruselas que trabajen intensamente para detener esa masacre, para lo cual deben brindar todo el respaldo posible a las conversaciones de paz entre el invasor y el invadido.