Por: César Pichardo
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Es un increíble choque cultural.
Motivaciones personales, políticas, económicas. Y otras, atraen como imán consecuencias que desencadenan confrontaciones destructivas. La transformación de la seguridad va mas allá del cambio tecnológico actual; implica un proceso de entendimiento en las relaciones entre las comunidades y el carácter de las amenazas a las que nos enfrentamos. La incapacidad para comprender esa transformación se ha visto inmersa en una combinación de conflicto y combate como imán del desacuerdo.
Un desafió a la inteligencia humana, es el complejo sistema social que vivimos.
Parece que la gente no puede manejar la situación, los que hacen bien las cosas, se sienten tensionados al máximo, desde el punto de vista individual o colectivo. La presión no es hasta el limite, sino mas allá. El ritmo de las cosas es, cada vez, mas rápido.
No se necesita ser Premio Nobel en economía para entender los efectos que producen los retos diarios para la supervivencia.
Se requiere un alto nivel de inteligencia y habilidad para manejar las disimiles complejidades de la vida actual, la salud, los alimentos, la educación y otros recursos limitados. Sobre todo, tomemos en cuenta la jerarquía de dominio en amplios ámbitos de la cotidianidad, donde emerge una atmósfera impredecible que crispa los nervios.
En el pasado, el cambio era más lento, con cierto grado de certidumbre. En la actualidad, el cambio se acelera en forma exponencial. Y, hace viraje hasta de 180 grados, porque remueve las bases, en todos los aspectos. Cualquier cosa que hagamos, estilos de trabajos, responsabilidades familiares, condiciones económicas, tecnología, estructuras corporativas, comunicaciones globales, asuntos ambientales y todo un »mega» etcétera… Ante esto se registra la duda anticipada de unos acontecimientos que hacen explicito el estado implícito del mundo.

