Opinión

Premio a Vargas Llosa

Premio a Vargas  Llosa

Narciso Isa Conde

El Premio Pedro Henríquez Ureña, alta figura de las letras dominicana, se supone es para escritores de gran calibre. El mismo es asignado por un jurado internacional en estrecha relación con el Ministerio de Cultura de la República Dominicana.

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de la literatura y narrador prolífero de alta calidad, reúne méritos literarios para optar y ganar ese galardón.

Considero formidables sus novelas. No así sus posiciones políticas, lo que lógicamente no viene al caso en esa premiación. Algo parecido me pasa con el gran escritor argentino Jorge Luís Borges.

No sé quiénes fueron los competidores de Vargas Llosa y habría que ver si concurrieron otros/as con mayores méritos, pero hasta ahora ningún participante ha objetado la selección.

Sí sé que el intelectual premiado es uno de los grandes narradores latino-caribeño, que presenta una significativa y controversial dicotomía entre su altamente valorada creación literaria y su cuestionable trayectoria política; vista desde el campo de las izquierdas, las fuerzas transformadoras y el progresismo continental.

La sensibilidad social y la calidad narrativa presentes en sus novelas, contrastan con la mezquindad y las malas causas que animan sus escritos y posicionamientos políticos.

Vargas Llosa es furiosamente neoliberal, anticomunista y anti-socialista. Elitista. Pro-imperialista. Contrario, en consecuencia, a los nuevos procesos independentistas del continente. Irrespetuoso frente a figuras emblemáticas como Fidel y Chávez. Enemigo de los gobiernos avanzados y las luchas populares. Es, en política, una especie anti-tesis de García Márquez, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Cortázar, Juan Bosch… sin que eso demerite su obra literaria.

Sin embargo, a mi entender no son precisamente ni el contenido político de su novela “La muerte del chivo”, ni su artículo condenando la sentencia racista anti-haitiana del Tribunal Constitucional de nuestro país, expresiones de su agobiante reaccionarismo. Más bien son algunas de sus escasas decisiones políticas plausibles, en tanto en el primero, entre verdades históricas y fantasías novelescas, denuncia la crueldad y el absolutismo del tirano Trujillo; y, en el segundo, le sale al frente a una modalidad detestable de racismo. Solo la escoria trujillista-balaguerista y los apasionados abanderados del racismo anti haitiano, pueden indignarse frente a esas posiciones inspiradas en el liberalismo clásico.

Torpe y ridículo, producto de la intolerancia fascistoide de este gobierno, es dañar esa premiación por cualquiera de esas razones, o por las dos juntas; afectando el Premio Pedro Henríquez Ureña y ganándose a la vez un lío internacional. Pero a eso conducen los ímpetus dictatoriales y seudonacionalistas.

El Nacional

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