Ella no podía comprender la dimensión que alcanzaría lo que escucharía. Pese a estar impresionada de él desde que lo conoció y sin negar que, en ocasiones, ráfagas de su condición de mujer penetraron su mente, no podía dejar de sorprenderse ante la escena que empezaba a presenciar.
Era una tarde cualquiera en un aula de la universidad donde ambos cursaban la misma carrera que al cabo de 4 años los convirtió en colegas, sin sospechar que para entonces ya no solo tendrían esa condición.
Hacía relativamente poco tiempo que la había conocido. Se le acercó con prudente cautela. Vencido el pánico inicial, le dice: “quisiera proponerte algo. “Dime”, le responde, sorprendida ante lo inesperado. “Quiero sugerirte que hagamos un trato”, le dice. “¿Qué?”, le contesta, desconcertada.
“Hay un poeta uruguayo que me gusta mucho y quisiera someter a tu consideración mi propuesta a través de uno de sus poemas”. Ella temblaba de nervios ante tan inusitada experiencia. “Te escucho”, atinó a decirle. Él empezó casi a susurrarle al oído:
“Hagamos un trato compañera, usted sabe que puede contar conmigo. No hasta dos o hasta diez, sino contar conmigo.
Si alguna vez advierte que la miro a los ojos y una veta de amor reconoce en los míos, no alerte sus fusiles, ni piense: ¡qué delirio!.
A pesar de la veta, o tal vez porque existe, usted puede contar conmigo.
Si otras veces me encuentra huraño sin motivo, no piense que es flojera, igual puede contar conmigo.
Pero hagamos un trato: Yo quisiera contar con usted.
Es tan lindo saber que usted existe.
Uno se siente vivo.
Y cuando digo esto, quiero decir contar.
Aunque sea hasta dos, aunque sea hasta cinco.
No ya para que acuda presurosa, en mi auxilio.
Sino para saber, a ciencia cierta, que usted sabe que puede contar conmigo”.
Esa tarde, ella hizo todo lo posible por ocultar la conmoción interior que la estremecía.
Fue parca en su primera reacción, pero con la firmeza de criterios que le adorna, estaba absolutamente convencida de que, a ese hombre, tarde o temprano, uniría su vida para siempre.
Vencieron obstáculos, incluido un año separados por estudios en Europa.
Unidos en la decisión de materializar un sentimiento que crecía con el tiempo. Su boda fue un derroche de entusiasmo y felicidad.
En ese momento, recordaron a Benedetti, autor de la propuesta del trato con la cual, todo comenzó.