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La casita de Puerto Rico se mudó al corazón de Santo Domingo

La casita de Puerto Rico se mudó al corazón de Santo Domingo

Bad Bunny volvió a demostrar anoche en Santo Domingo que no es solo música, sino identidad, cultural y fenómeno social, al convertir el Estadio Olímpico Félix Sánchez en un templo de celebración latinoamericana.

Apoyado en un público dominicano desbordado que abrazó, coreó y vibró con cada verso, en el primero de sus dos conciertos de la gira Debí Tirar Más Fotos, esto no fue solo el punto de inicio de una gira, fue escenario de una residencia simbólica.

Bad Bunny trasladó su famosa “casita” a la capital dominicana y, con ella, toda una carga cultural que va más allá del espectáculo.

Anoche, el Estadio Olímpico Félix Sánchez, a capacidad total, se convirtió en un puente entre Puerto Rico y República Dominicana, donde el urbano dejó de ser tendencia para convertirse en ritual colectivo.

A las 10:00 en punto, el estadio quedó en absoluta oscuridad. El silencio duró apenas unos segundos. Entre la penumbra apareció el “propietario” de ese espacio ya mítico: “La casita”, recreación de la clásica casa de campo boricua, emergió en medio del escenario mientras Bad Bunny rompía la noche con “La mudanza”.

Bad Bunny trasladó su famosa “casita” a la Santo Domingo, capital dominicana y, con ella, toda una carga cultural que va más allá del espectáculo.
Bad Bunny trasladó su famosa “casita” a la Santo Domingo, capital dominicana y, con ella, toda una carga cultural que va más allá del espectáculo.

El grito del público fue unánime, visceral, como si toda la grada supiera que lo que estaba comenzando no era un simple concierto, sino un acto cultural.

Aunque para muchos espectadores “La casita” podría parecer un elemento más de escenografía, en realidad funcionó como un manifiesto visual. Allí desfiló la identidad puertorriqueña con orgullo: la arquitectura humilde, la nostalgia del campo, el sentido de pertenencia que Bad Bunny se empeña en proyectar en esta nueva gira.

Ese espacio, además, se convirtió en el lugar soñado del espectáculo, un VIP simbólico visitado por celebridades que no solo asistían, sino que rendían tributo a la estética y el significado del artista, entre ellas el jardinero dominicano de los Mets de Nueva York, Juan Soto; así como el creador de contenido Santiago Matías (Alofoke), en una clara muestra de cómo el fenómeno de Bad Bunny logra reunir mundos distintos bajo un mismo sonido.

El repertorio fue un viaje emocional y rítmico que el público dominicano vivió como propio. “Baile inolvidable”, “Nueva Yol”, “Veldá”, “Si veo a tu mamá”, “Tití me preguntó”, “Neverita” y “La Romana” fueron coreadas de principio a fin por una masa humana que no bajó la intensidad ni un segundo.

Ya con el concierto avanzado, y tras su tercer cambio de vestuario, Bad Bunny llevó el clímax a otro nivel con “Ojitos lindos”, “La canción” y “Dákiti”, provocando una ovación colectiva que estremeció el estadio.

El público dominicano no fue un simple espectador: fue protagonista activo, coro gigante, cómplice emocional de cada momento.

A las 12:15 de la madrugada, el ganador de 12 Latin Grammy cerró la noche con “DTMF”, dejando algo más que euforia. Su despedida incluyó un mensaje íntimo, casi confesional, invitando a valorar a las personas, a vivir el presente y a disfrutar la vida junto a quienes realmente importan.