La ONU tiene la gran responsabilidad de velar para que el despliegue de tropas extranjeras en Haití se convierta en una misión a favor de la paz y la seguridad en la vecina República.

Su secretario general Antonio Guterres sabe que la autorización del Consejo de Seguridad no ha sido un cheque en blanco para cometer tropelías.

Los abusos de la misión de la Minustah desplegada en Haití de 2004 a 2017 no pueden repetirse bajo ninguna circunstancia.

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Y nadie más que la propia ONU para evitarlo a través de una supervisión permanente. China y Rusia cedieron a la aprobación del despliegue de la fuerza internacional, que liderará Kenia, no sin ciertos reparos.

Los soldados, que tendrán que enfrentar a las pandillas criminales, tienen que proporcionar seguridad y no incertidumbre en la población. La ONU no se puede quedar al margen.