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Ruidos en La Esperilla

Ruidos en La Esperilla

Manuel Fermín

Cambiar es el verbo de actualidad, y el Gobierno ha hecho de él su bandera de lucha, pero no apreciamos la ruptura que provoca. El exceso de ruido es cosa de la razonable rutina en ciudades grandes y desordenadas como Santo Domingo, pero el ruido ensordecedor e infernal que sufren sectores del polígono central es un verdadero pandemónium.

La Esperilla es uno de ellos. Nos roban la tranquilidad y los escándalos parecen no llamar la atención de la unidad antirruido de la Policía Nacional, e incluso, los miembros de la Digesett lo crean en la intersección de las calles José Andrés Aybar esquina Alma Mater, por su actitud preferencial con los conductores de esta última desesperando los que se desplazan por la Aybar, provocando ensordecedores,aunque comprensibles, toques de bocinas al unísono todas las mañanas.

También es costumbre las competencias de motos y vehículos que hacen estruendosos escándalos con sus tubos de escape en la 27 de Febrero, y todavía no aparece la autoridad competente ante este desafío.

Pero más: ahora también tenemos bares abiertos y colmadones con música regulada sólo después de las 12 de la noche, y por ello hemos reunido el coraje para denunciar todas estas anormalidades que parecen infravalorar quienes deben actuar. Entonces, no es justo que los residentes tengan que apelar al litigio para hacerse sentir.

Algunos años atrás, La Esperilla “moría” por el ruido provocado por espectáculos montados en el anfiteatro del parque Iberoamericano y vecinos del lugar lograron que el ayuntamiento actuara.

Quienes acreditan estas actividades deben hacer sus investigaciones si merecen o no los méritos requeridos. Queda poco que añadir y mucho que hacer: retirar los permisos, si los hay, para operar como colmados o bares abiertos, y comenzar un cambio activo y exigente de sus operaciones abiertamente provocativas.