Editorial

¡Salve, Padre de la Patria!

¡Salve, Padre de la Patria!

Editorial

La nación dominicana, todavía marcada por una historia de traiciones y ambiciones, exhibe hoy con denodado orgullo la bandera tricolor que simboliza a la patria libre y soberana que concibió y por la que luchó Juan Pablo Duarte, padre de la nacionalidad.

Buenos y verdaderos dominicanos festejan hoy el natalicio de Duarte, un ser excepcional quien antes de cumplir los 25 años había concebido y fundado el movimiento La Trinitaria, una de las entidades redentoras de mayor relieve de América que hizo posible la proclamación de la República.

José Martí, apóstol de la independencia de Cuba, reeditó en Dos Ríos, Baracoa, el episodio histórico que protagonizó Duarte al participar con el ejército independentista en la batalla de las serranías de Baní, solo que el civilista habanero fue abatido en combate contra tropas colonialistas españolas.

Duarte ideó el proyecto independentista, el instrumento para llevarlo a cabo e integró en él a lo más puro de la juventud, diseñó la estrategia de alianzas interna y externa de promoción y divulgación de las ideas de la fundación de un Estado libre e independiente, pero cuando fue imperativo desenvainó la espada.

El contexto histórico en el que se produjo la epopeya dominicanista no fue igual a los acontecidos en Cuba ni en la Gran Colombia, porque contrario a esas colonias españolas, aquí prevalecía el yugo de una nación de esclavos que cuatro décadas atrás pudo liberarse del ejército francés.

A 177 años de proclamarse el fin de la ocupación haitiana y de la fundación de República Dominicana, aun generaciones presentes no alcanzan a valorar la magnitud y trascendencia de la gloriosa empresa duartiana, que en justicia pude definirse como única en América.

Sobran las razones para que el orgullo patrio se desborde hoy y siempre como gratitud y admiración que el gentilicio nacional rinde a Juan Pablo Duarte en su excelsa condición de Padre de la Patria y por su gran legado de dominicanidad, honradez, ingenio, valor y sacrificio.

Cuando el patricio Ramón Matías Mella disparó ante la Puerta de la Misericordia el trabucazo que anunció la proclamación de la Independencia, Duarte tendría 32 años de edad, por lo que puede decirse que por otros 31 años, hasta el día de su muerte, el fundador de la República padeció persecución, traición e ingratitud.

Hoy, al conmemorar el 208 aniversario del nacimiento de Juan Pablo Duarte, los dominicanos renuevan el compromiso de preservar y defender pensamiento y obra del prócer, en especial su histórica advertencia de que Quisqueya sería destruida, pero sierva de nuevo, jamás. ¡Salve, Padre de la Patria!

El Nacional

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