Los disturbios en Haití, que tanto estimulan la emigración hacia esta parte de la isla, no se van a aplacar con sanciones como las impuestas por Estados Unidos a líderes políticos.

Cada vez que por razones económicas o políticas el clima se descompone en la vecina República los dominicanos son de los primeros en sufrir las consecuencias a través de la avalancha de haitianos que cruzan la frontera.

Si las potencias han abandonado la nación a su suerte con este país han sido inconsecuentes al dejar que cargue con todo el peso de la ingobernabilidad y la pobreza en Haití. En lugar de asistencia económica y técnica para mitigar las necesidades y mejorar las instituciones Washigton ha recurrido a sanciones contra dirigentes políticos.

Los haitianos han protagonizado desde hace tiempo encendidas protestas para que se enjuicie a los responsables de corrupción, sobre todo con los fondos de Petrocaribe, y se convoque a elecciones.

Sin embargo, el presidente Jovenel Moïse no ha hecho más que llamar a la unidad y a un diálogo sobre el que no se ha avanzado para encarar los desafíos de la nación. Por los muchos factores que intervienen el problema haitiano es complejo.

Pero Estados Unidos puede hacer más para controlar la violencia de las bandas armadas, la corrupción y la impunidad que imponerles sanciones a unos dirigentes políticos que probablemente las medidas ni les van ni les vienen.