El ataque terrorista que provocó la muerte de 50 jóvenes y otra cantidad similar de heridos, es el resultado de la intolerancia y odio contra los homosexuales, alimentadas por las prédicas de sectores religiosos fundamentalistas, empecinados en imponer un estado teocrático donde sus creencias tienen más valor que los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Un homosexual reprimido -como muchos a través de la historia-, fue el autor directo de estos crímenes, pero los que cargaron su fusil de odio fueron las interpretaciones religiosas fundamentalistas, que quieren mandar al infierno a todos aquellos a quienes llaman «sodomitas», en nombre de un libro escrito hace 3 mil años, plagado de pasajes homosexuales, adulterio y abusos contra las mujeres.
Fue realmente una vergüenza que mientras el mundo se estremecía por el horror de esta matanza, y cuando todavía se recogían los cadáveres, entre los que se incluían tres dominicanos, los líderes de las iglesias lideraban una marcha de odio anti-LGBT frente a todos los cancilleres de América. ¿Dónde está la humanidad y el amor al prójimo?
Desde luego, en entrevistas a estos manifestantes, dicen no ser homófobos, pero…. -en el pero se delatan-; ya que consideran a los homosexuales como: atípicos, anormales, pecadores, deben mantenerse en el closet, no deben tener iguales derechos civiles. ¿Entonces? -De seguro son estas las mismas consideraciones que tuvo este homosexual reprimido, para oprimir el gatillo como negación a su condición.
El Vaticano y muchos obispos, se han visto obligados a condenar la masacre de Orlando. No obstante, el hecho de que la doctrina oficial de la Iglesia católica rechace las relaciones homosexuales ha influido, probablemente, en que hayan medido mucho sus palabras. Más allá de la clara condena, apenas hay mención explícita al odio por orientación sexual o por identidad de género.
La iglesias dominicanas, deberían hacer un examen de conciencia y repensar su estrategia de llamar a marchas en defensa de la familia y el matrimonio, sobretodo porque nadie está atacando al matrimonio tradicional heterosexual, por el contrario estas manifestaciones conducen a un peligroso aumento del rechazo social hacia la población LGTB.