Editorial

Sublime y ridículo

Sublime y ridículo

Sublime y ridículo

El socialismo en la historia de América Latina ha sido muchas veces caricatura de las dos grandes potencias donde esa corriente del pensamiento político controla el gobierno y el Estado, aunque es menester colocar las experiencias de Cuba y Chile como excepciones de la regla.

Comparar la entronización en el poder de Daniel Ortega en Nicaragua a través de un mamotreto de elecciones, con la resolución del Partido Comunista de China que  sitúa al presidente Xi Jinping al mismo nivel que Mao Zedong y su sucesor, Deng Xiaoping, sería como oscilar entre lo sublime y lo ridículo.

Peor sería si se osa equiparar al régimen de Nicolás Maduro, en Venezuela, con  el de Vladimir Putin, en Rusia, a quien los resortes del Poder le abrieron camino para prolongar su mandato más allá del 2035, aunque es evidente que el mandatario venezolano desearía superar con creces ese largo periodo del líder ruso.

Fidel Castro y Salvador Allende construyeron un liderazgo sustentado en la ideología marxista, pero también en sus extraordinarias dotes de estadistas,  que les permitió acceder al Poder,  el primero con las armas y el segundo con los votos, aunque el presidente chileno murió trágicamente en medio de un golpe militar.

En regímenes de corte socialista, como los de Rusia, China y Vietnam, sus gobernantes, que además son líderes, procuran perpetuarse en el solio palaciego, pero para eso construyen sus propios sistemas políticos, muy diferentes al estilo de democracia occidental, como es el caso de  Beijing, donde el Partido escoge al jefe del Estado.

En Nicaragua se produjo en 1979 el triunfo de la Revolución sandinista, que puso fin a 42 años de dictadura de los Somoza, una de las revoluciones más emblemáticas de América Latina, en el último medio siglo, comparada sólo con la epopeya de la Sierra Maestra, encabezada por Fidel Castro.

Daniel Ortega, uno de los líderes de esa contienda, lleva 14 años  al frente del gobierno y  por medio de una farsa electoral pretende ampliar su mandato por otros cinco años con la pretensión de colocarse al lado de Jinping y Putin, pese a que la economía nicaragüense se contrajo un 9% en proporción al PIB en sólo tres años.

Los regímenes de Daniel Ortega y de Nicolás Maduro juegan a malograr la democracia con tipo de dictaduras disfrazadas de  socialismo, sin darse cuenta de que carecen de méritos para acceder a los altares del marxismo leninismo, porque  más temprano que tarde, su destino será  el zafacón de la historia.

El Nacional

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