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Tía especial

Tía especial

Pedro P. Yermenos Forastieri

Desde pequeña, sintió gran identificación con esa tía. Por su corta edad, no podía explicar las razones, pero algo en su interior le decía que en aspectos particulares, era distinta a las otras hermanas de sus padres. De esa forma, fue creándose un fuerte vínculo entre ellas.

Cuando la sobrina iba de vacaciones a la capital se hospedaba en su apartamento. Se acostumbró rápido a ver amigos y amigas entrar y salir constantemente de su vivienda como si fuera propia.

Era muy polifacética. En adición a su condición de ingeniera civil, hacía escenografías para obras de teatro, pintaba y esculpía. De una generosidad sin límites. Sus íntimos se inhibían de decir en su presencia que algo suyo les gustaba, porque sin excepción, se los regalaba.

La generosidad suele tener su costo
La sobrina se mudó a Santo Domingo y la relación entre ellas se estrechó. Le pagaba facturas de servicios; llevaba su carro al taller y con frecuencia almorzaban juntas. Seguía llamando su atención la cercanía con amigos y la distancia ostensible con su familia. En cierto sentido, percibía que se sentía rechazada por los suyos y acogida por sus amistades. Era el único dejo de tristeza que asomaba a su cara de ángel.

Meses después falleció su madre y se abrió su sucesión. La tía empezó a sentir que en el aspecto legal las cosas no marchaban satisfactoriamente. Tenía la sensación de que sus derechos estaban en riesgo y que, uno de sus hermanos, maniobraba para resultar beneficiado a costa de su proporción en el patrimonio común. No era ambiciosa, todo lo contrario, pero sus alarmas se disparaban cuando un abuso estaba por cometerse.

Su sobrina estudiaba derecho y le comentó la situación. Acordaron solicitarle cita al tío, quien vivía en una comunidad rural del suroeste del país, con la intención de aclarar las dudas que a ambas les embargaban. No querían conflictos, pero tampoco estaban dispuestas a que las cosas no se hicieran con apego a la ley y justicia.

El día pautado salieron de madrugada. El encuentro no pudo ser más hostil. Bastó llegar para que ambas confirmaran la certeza de sus temores. En el punto más álgido de la discusión, le preguntaron sobre las razones que lo hacían actuar de esa forma.

Sin ambages, se lo dejó caer: “Porque eres una pervertida, todo lo regalas a tus amigas e incluso has dañado a mi sobrina”. Solo volverían a encontrarse en los tribunales.