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Tiempo, memoria y literatura

Tiempo,  memoria y  literatura

Hay dos clases de memoria vinculadas con la literatura. Una es la memoria del escritor y la otra la memoria del lector. Ambas funcionan como vasos comunicantes, cuya completud le da sentido a la escritura y a la obra literaria en sí.

Escribimos lo que recordamos y lo que pensamos, lo que a su vez representa un vaciado de la memoria que somos. De ahí, que escritura y pensamiento son dos instancias indisolubles. De manera tal que recordamos aquellos acontecimientos que en nuestras vidas han sido significativos. Somos lo que pensamos en el tiempo. Sin él no tendríamos memoria porque no tendríamos conciencia del pasado. Se escribe sobre la experiencia vivida.

Escasamente los jóvenes escriben novelas, porque carecen de memoria, para escribir novelas hay que tener muchas cosas de que hablar y muchas cosas que contar.

Esos datos para poder contarlos, solo se reúnen a través de los años. Se ficcionaliza lo que se vive. En última instancia tiempo y memoria se unen para realizar una nueva versión del pasado, ya sea este trágico o sublime; lejano o cercano.

A través de la memoria revisamos también el tiempo psicológico, aquél que vive en el cerebro de los personajes a los que dotamos de memoria. Se recuerda a Funes el memorioso.

Las hazañas memorísticas de Funes representan una metáfora, el eje intuitivo del cerebro. Un tiempo psicológico que solo habita en su memoria, porque es un tiempo mítico, o sea, el tiempo de la invención, que a su vez es el tiempo y la memoria de Borges.

En su estado natural la mente humana almacena lo que en definitiva es significativo, solo recordamos los episodios que son transgresores de nuestras almas y de la conciencia. ¿Qué recordamos de los libros que leemos? Las fantasías que nos dejan, por eso se convierten en clásicos aquellos autores capaces de sembrar fantasías en la mente ajena. Esas fantasías no perdurarán en la memoria si no es por causa de un tiempo del cual tenemos conciencia.

El estado inconsciente del cerebro, que es un estado vehemente, no almacena datos porque hay una anulación total del tiempo. Producto de que en ese estado, la memoria no registró los hechos.

Por esta razón las personas que sufren accidentes cerebrales no recuerdan nada. De manera que es el tiempo la materia gris de la memoria que pensamos. Existe la memoria creativa, que a su vez, es subjetiva porque inventa. A través del recuerdo de un tiempo que ya pasó, trae hacia el presente un dictado que es una ficción del tiempo que pensamos. Con mucha razón las obras literarias son un dictado de la memoria-ficción.

Pero existe también la memoria analítica y crítica, que es un ejercicio de la memoria para abordar el pensamiento crítico, esa es la que da oportunidad para escribir ensayos y reflexiones, o sea ella no es evocativa, sin embargo, ambas se nutren de la realidad.

La memoria subjetiva inventa, mientras que la memoria objetiva analiza y reflexiona. Esta última da paso a la ciencia, la primera da paso al arte. Podría decirse que el tiempo de las obras literarias es un tiempo mítico, porque es un tiempo inventado.

En Pedro Páramo, por ejemplo, el tiempo es la nada, porque en la novela este estático, no fluye. Es eterno, como el vacío de la vida de los personajes, como la muerte misma.

En “El Coloquio de los perros”, una de las novelas ejemplares de Cervantes, Cipión y Berganza viven un estado dramático de su memoria. Se pasan toda la vida memorando, cuando eran niños, antes de ser víctimas de un acto de hechicería de la bruja Camacha que los convirtió en perros.

Desde su vida de perros, ellos añoran el tiempo pasado y lo retrotraen hacia el presente mediante una conversación que sostienen ambos en el basurero de un hospital.

Podría decirse que ese recuerdo en ellos, es el producto de la nostalgia que viven y su fervoroso deseo de volver a ser los niños que acontecían en el barrio.

Ese tiempo que es mitológico, en la novela de Cervantes, es el tiempo de la ficción, que solo existe en la vida y en la mente de dos perros. El perro usa la memoria a la inversa de hombre.

Sería imposible la existencia de la literatura sin la memoria del lector. ¿A caso es él que anida en el subconsciente episodios memorables de las obras que ha leído? Sería interesante pensar que el lector realiza un viaje interior hacia el bosque de los sueños de cada escritor. Así como la vida del escritor está marcada por acontecimientos perdurables, los cuales han sido influenciados por la realidad o los sueños, la memoria del escritor actúa como una especie de catapulta que nos traslada hacia los lugares remotos de la geografía espiritual.

Con sobradas razones millones de lectores tienen acceso a obras indistintas de remotas geografías, porque las mismas representan espejos de sus vidas pasadas y presentes. Episodios y retratos cercanos que conectan con su memoria.

En definitiva, entre escritores y lectores existen vasos comunicantes que a su vez son signos, legajos y representaciones espirituales de la memoria que somos.
El autor es escritor.

El Nacional

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