Aunque no se trate de grandes cargamentos, al estilo las drogas, pero la realidad es que el tráfico de armas se ha convertido en una práctica recurrente en el país. Desde hace un tiempo ha sonado la alarma por los frecuentes decomisos de armas de diferentes calibres de que ha dado cuenta la dirección de Aduanas.

Con el auge del pandillerismo en Haití cobra fuerza la creencia de que la vecina nación es el principal destino de los artefactos, una gran parte de los cuales son introducidos de contrabando desde Estados Unidos. Sectores de poder serían los principales sospechosos del negocio ilícito de armas de fuego.

El estudio de la ONU sobre el trasiego de armas ilegales por la frontera no hace más que confirmar la sospecha, por más sellada que se diga que está la división territorial.

El sol no se puede tapar con un dedo. ¿O acaso no es más difícil el trasiego de indocumentados por la zona? Los especialistas afirman que el mercado clandestino supera con creces al regular y de ahí la decisión del presidente Luis Abinader de reforzar los controles tecnológicos y militares en la frontera. Enfrentar el negocio de las armas ilegales plantea un gran desafío.