Opinión

Tratando de no chochear

Tratando de no chochear

En octubre del pasado año mi padre cumplió sus 90 años. Vivió más años en el país que en España, donde nació y salió de allí cuando apenas tenía 25 años. En diciembre pasado murió, pero en tanto transcurrían sus largos ochenta y previo a la entrada de sus noventa fue vigilando sus facultades mentales. No quería chochear.

En tanto mi madre estuvo viva, vi a mi padre vivir juvenilmente. Apenas se quejaba del asma, enfermedad que le “mató un pulmón”, dicho literalmente. Lo vi fortalecido y con un aspecto que jamás aparentó la edad que tenía en el momento. Sin arrugas. Sin desgaste físico.

Antes de desayunar como siempre lo hizo, apenas un pan y una taza de leche, ingería tres o cuatro vasos de agua fría, bien fría, cual si amaneciere resacado. Esperaba algunos minutos, y entonces desayunaba. Llevó una vida organizada. Hasta que murió su mujer, nuestra madre. De ahí en lo adelante hizo un cuadro depresivo. Pero, insisto, en sus mejores momentos expresaba su temor de “hablar disparates”. No quería sentirse un decrépito.

No quería repetir palabras ni historias ni aparecer cual si delirara durante cualquier conversación. No obstante, tuvo momentos en que efectivamente repetía viejas historias y así pudo darse cuenta de que recordaba mucho más cosas de su pasado juvenil en España que de las conversaciones recientes. Pero eso de chochear, jamás quiso sentirse ni creerse un anciano. ¡Ay de aquel que le dijera viejo aun de cariño! No quiso nunca que le dijeran viejo ni “viejito”.

Eso de chochear nunca fue para mi padre. Sin embargo, cuando hizo conciencia de su desgaste físico, cuando todos los años le cayeron encima de un día para el otro, entonces se vio vulnerable. Dejó tomar el agua. Se desgastó. Y me dijo: no hay condiciones para seguir viviendo. Nunca quiso morirse pero la depresión lo mató cuidándose de nunca chochear.

El Nacional

La Voz de Todos