Cada vez que hay un incremento de la criminalidad las autoridades disponen de mayor patrullaje policial, reduciendo momentáneamente la violencia, la cual nunca acabaría hasta que no se enfrenten y eliminen los elementos causales o raíces de la problemática.
Todos sabemos que la Policía Nacional no está en capacidad de enfrentar y dar solución al problema de la inseguridad ciudadana, por los bajos salarios de sus miembros, falta de tecnología y depuración moral. Esa institución, contrariamente, se ha convertido en un componente más de la criminalidad, si partimos de la presencia de muchos uniformados en bandas delincuenciales que operan en la geografía nacional.
Mientras tanto las mujeres, las esforzadas mujeres que ocupan el 65% de las butacas de las aulas universitarias, son el blanco preferido de los antisociales para fines de atraco, sin que hasta la fecha se tomen las medidas de protección requeridas. Las mujeres, al salir a estudiar o a trabajar, diariamente son atacadas.
Son atacadas por los antisociales, pero también por maridos o antiguos maridos celosos que apelan a la violencia y, muchas veces, acaban con la vida de indefensas damas. Los feminicidios han ido en aumento y las estadísticas escandalizan a la sociedad dominicana, sin que tampoco se adopten las medidas requeridas.
Me resisto a creer que la inseguridad ciudadana y los feminicidios no tienen solución en la República Dominicana. Se entiende que toda la vida hemos tenido delincuencia. Y también, toda la vida, ha habido maltrato a la mujer. London lo dijo con mucha propiedad: “El hombre se distingue de los demás animales por ser el único que maltrata a su hembra”.
Pero ya la criminalidad y los feminicidios alcanzan estadísticas que escandalizan a todos. Urge la adopción de medidas eficaces para acabar o reducir a sus más bajos niveles estos males que no distinguen raza, religión o clase social. Sé que hay funcionarios civiles y militares que muestran indiferencia ante la problemática, pero esa indiferencia llega hasta que le matan un hijo o una hija. ¿Qué estamos esperando?