A todo lo largo debajo del elevado de la avenida Máximo Gómez con Nicolás de Ovando, en el Distrito Nacional, duermen decenas de indigentes, enfermos mentales y “piperos”./Foto Jorge González
Pese a los avances de nuestro tiempo, con la llegada de la era digital y de la comunicación, con la información al alcance de las manos de todos, hasta el punto en que algunos dicen que vivimos en una ciudad de cristal por la transparencia que permite denunciar una gran cantidad de injusticias, parece imposible pensar que decenas de personas duerman en condiciones inhumanas.
Desde que empieza a caer la noche, personas, en su mayoría hombres indigentes, drogadictos, sin techo o enfermos mentales, comienzan a ocupar los rincones debajo de los elevados y en bancos de los parques del Gran Santo Domingo, ya que estos espacios se han convertido en sus dormitorios, casas y lugar donde pueden descansar su estropeado cuerpo.
Quizás lo peor de todo es que esta historia no es nueva, y que ha sido denunciada en incontables ocasiones, pero al parecer a nadie le llama la atención lo inhumano de este drama dantesco.
No les importan los mosquitos, el frío, la basura, la mugre, las ratas, alimañas, ni los malos olores. Tampoco les quitan el sueño las bocinas o el humo que expelen los vehículos.
A estos indigentes, enfermos mentales o dependientes de sustancias, solo les interesa un lugar seco donde puedan protegerse de la intemperie o la lluvia, para así tratar de dormir o simplemente descansar hasta el día siguiente.
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Estos hombres cubiertos de harapos malolientes sobreviven en condiciones de abandono extremo, muchos con enfermedades físicas y mentales que al no ser atendidas a tiempo los afectarán de por vida, sobreviviendo en un submundo que parece irreal.
A ellos no les importa si duermen sobre tierra o cemento, ya que cartones, sacos, trapos o periódicos viejos les servirán como colchón. No les hará falta energía eléctrica. Las luces difusas de los vehículos y los faroles del alumbrado público les proporcionarán la visibilidad que necesiten para acomodarse, comer algo o hacer sus necesidades.
No tienen agua para el aseo, tampoco un sanitario para hacer sus necesidades. La oscuridad de los rincones les proporciona la privacidad que para nada les importa, ya que solo buscan descansar sus pies descalzos o mal calzados, sus cuerpos cansados de vagar, sobrevivir y sufrir; pero sobretodo solo quieren dormir para tener pesadillas y divagar o soñar que viven en un mundo perfecto con una familia normal.
Durante un recorrido, fueron identificados algunos de los sitios que muestran personas aún durmiendo con una aparente placidez, a pesar de que el sol martilleaba con sus rayos de luz y el bullicio de una ciudad que se despierta y dinamiza.
El elevado de la avenida Máximo Gómez con Nicolás de Ovando posiblemente sea el lugar que más indigentes cobije durante la noche o el día, a tal punto que se pueden observar unas especies de casas de campañas levantadas con ropa, sábanas viejas y cartón, a ciertas horas.
Los parques Enriquillo, en la avenida Duarte, y Braulio Álvarez, en la calle Tunti Cáceres de Villa Consuelo, también forman parte de las plazas públicas que diariamente, en complicidad con la oscuridad y la falta de vigilancia, son tomadas por los hombres y mujeres sin techo que necesitan un lugar para dormir o descansar.
Solución
El drama que viven los indigentes, enfermos mentales, drogadictos o “piperos” en las vías, en el Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo, es un mal que podría resolverse en poco tiempo y con baja inversión si existiera el interés estatal o municipal.
A las autoridades solo les interesan estos casos mientras son tratados por la opinión pública. Luego pasan al olvido.