Hoy es el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, desde 1993, cuando lo declaró así la ONU, para concienciar sobre la necesidad de erradicar la pobreza y la indigencia en el mundo, una prioridad para el desarrollo. La Agenda Internacional al 2030, procura la adopción de las medidas necesarias para que en el mundo se reduzcan al menos desde los planes y acciones nacionales, este problema que es de derechos humanos.
La pobreza es uno de los mayores problemas de nuestro territorio, el de la isla entera, con dos países pobres, uno más que el otro, y un escenario de intercambio que alimenta ambas pobrezas no solamente en lo económico, porque la pobreza no solo se mide en números de ingresos, también es una estrechez y miseria reflejada en la manera toda de vivir el día a día.
Y mientras se habla de que hemos experimentado como país, un crecimiento económico con una reducción significativa de la pobreza en términos absolutos, seguimos teniendo un gasto social bajo, respecto a la media en la región, que nos indica cuanto hay que hacer aún para dignificar la vida ciudadana.
De acuerdo al Informe sobre Desarrollo Humano 2016, «Desarrollo Humano para todas las personas», publicado en el mes de marzo pasado, los avances realizados en los últimos 25 años en la región, ocultan un progreso lento y desigual en casos de ciertos grupos, por lo que, para garantizar el desarrollo al 2030, resulta necesario fortalecer a quienes han sufrido tradicionalmente la exclusión, como la mitad de la humanidad que son las mujeres, y ciertos grupos humanos que han sido marginados y hasta excluidos en los avances.
Y destaca que, pese al mejor nivel de riqueza en el mundo, mujeres y niñas, poblaciones rurales, personas que viven con alguna discapacidad, migrantes, envejecientes y población LGTB, enfrentan exclusiones que les afecta profundamente en todos los ámbitos de su vida.
En la región, desde hace años se muestran las desventajas sistemáticas de las mujeres, consideradas por todos los estudios las más pobres de la región de América Latina y El Caribe. Y en nuestro país, persisten las desigualdades de género más profundas, en áreas de distribución de ingresos, participación económica de las dominicanas, salud sexual y salud reproductiva, embarazos en adolescentes y falta de oportunidades de trabajo digno, entre otras tantas disparidades.
Las dominicanas somos las más pobres y mientras tanto, el Estado dominicano mantiene la ceguera frente a la debida inclusión de las necesidades de las mujeres en todas las agendas que le ocupan. Es tan difícil?