Opinión

A 26 años, madre mía

A 26 años, madre mía

POR: Domingo Porfirio Rojas Nina
rojasninasc@hotmail.com

 

 

Mamá: jamás te defraudaré y estaré a tu lado con el diadema de la honestidad, el trabajo y la práctica del bien a favor de los más necesitados.  Aquel sábado inolvidable, 6 de febrero del año 1988, fuiste llamada por Jesús, donde seguro estarás en su remanso celestial.
Sufriste y padeciste sinsabores, en pos de tun nobles principios y enseñanzas. Jamás escuchamos de tus labios ni una sola queja, palabras descompuestas ni un suspiro desalentador; fuiste optimista y siempre resignada.

Fuiste un tesoro humano inmarchitable, dechada de virtudes, gloriosa en tus acciones, educadora excepcional, madre ejemplarizante y esforzada y demasiado buena. ¡Y que distinto madre mía, del ayer al hoy en este mundo descompuesto!
Mercedes María Nina (Doña Bombola), legaste a tus entrañables hijos, familiares, amigos y a San Cristóbal, la sabia nutricia de tus enseñanzas, ideales, el modelo de tu vida y el sacrificio como razón acrisolada. Fuiste Madre hecha abnegación y nos enseñaste la verdad como apreciado escudo en gesto inmortal y divino.

Tu voz pausada, el silencio ante las adversidades y tormentos que atravesaste sin exhalar ni un quejido, nunca escuchamos de tus labios ni una sola palabra descompuesta, ni hablar en contra de nadie, ni un reproche, ni una pela, sino consejos, actitudes positivas, amor y devoción fraternal y tierna, cono tu nombre sacrosanto.

Supiste, madre mía, conducir las inquietudes, impulsos y algunas rebeldías propias de la adolescencia y la juventud en el concierto de la humanidad, como fue ayer y como es hoy, diferenciando los tiempos. ¡Que abismo entre las cosas del pasado y las del presente!
Siendo una adolescente, tus distinguidos padres te enviaron a estudiar a San Pedro de Macorís, bajo la dirección de nuestro inolvidable familiar, Lic. Federico Nina hijo, graduándote demasiado joven de maestra, archivista, taquígrafa y mecanógrafa.

En momentos difíciles de tu vida, y para continuar tu sendero de madre, protectora y guardiana de tus hijos, fuiste designada directora y profesora de la Escuela el Firme, en la lejana pero siempre fecunda sección de Los Mineros, donde laboraste por 20 largos años.

Más luego, trasladada a la también gloriosa sección de Najayo arriba, por 10 años, donde también dejaste huellas imborrables y perennes, y más tarde laboraste en el Colegio adventista de San Cristóbal por 11 años; y recuerdo que todavía 5 ó 6 años antes de tu muerte, ofrecías clases gratuitas a niños y niñas de San Cristóbal en la escuelita que tenías donde vivíamos. También recordemos que en momentos precarios ofrecías un almuerzo hasta a 20 personas adultas, que ayudaste y graduaste, cual vocación de terneza y solidaridad.

¡Madre mía!: Nos educaste bajo los fragores de la humildad y limitaciones y todos tus hijos ofrecemos fiel testimonio de lo que fuiste y representaste para todos. ¡Fuiste cual ángel, vestido de mujer! Y siempre me decías que hay que hacer las cosas bien, ayudar a los marginados y desheredado de la suerte.

Soy educador como tú, así me lo pediste, soy agradecido y no olvido favores. Madre mía tus hijos jamás te desobedecimos y la bandera de tu sacrificio la tenemos en nuestras mentes y corazones. Jamás te defraudaremos.

El Nacional

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