SANTIAGO. El ejercicio del poder sin sentimientos es una constante en el discurrir político dominicano, matizada ahora por el debilitamiento de las ideologías.
Lo único que garantiza la perdurabilidad verdadera del poder es su renovación.
Aquello que lo caricaturiza es precisamente es la teatralidad, la percepción de que no hay cambios sino sustituciones de actores de reparto.
Esa compleja maquinaria de recambio político destronca la incertidumbre, humaniza el ejercicio, decide la dialéctica del cambio y mantiene la estabilidad psico-socio-política de los pueblos.
Ahora es bastante fácil acostarse de izquierdas y amanecer, sin sonrojos, sirviendo con entrega, a la derecha.
El temor a la crítica, justa o no, que se resolvía en los gobiernos de excepción, con la sangre, recibe ahora una «agresión» de papeletas o una atracción fatal, como contraoferta ominosa.
Existe asimismo el temor y la incomodidad de volver a ser llamados comesolos, algo que no resulta elegante pero que sí devino en un diagnóstico colectivo de mezquindad, del que suele alimentarse la política.
¿Es esa la cimiente de la dictadura que muchos temen del porvenir nacional?
Las críticas de un médico de Santiago en un canal televisivo finalmente cerrado con argumentos no convincentes, si bien eran exageradas y en cierta medida irrespetuosas, dado los términos ofensivos que se empleaban y que no aportaban pruebas, no hacían más que traducir la impotencia de muchos que se hubieran comportado exactamente igual que el, de haber podido tener acceso al mismo medio.
Un juez podía perfectamente resolver el problema legal con una sentencia pero se prefirió la arremetida extra legal del poderío.
En las calles ese es exactamente el lenguaje común de la gente que no suele tener vocablos elegantes para declarar su crisis, sobre todo la de una economía que apenas circula.
El poder, que se halla íntimamente atado a la economía, que es el reparto de la escasez, tiene que discriminar para seguir siéndolo
Los focos de atención del poder se dirigen comúnmente a la activa clase media, dado su poder movilizador, y sus frecuentes descontentos, y la alta, en razón de su movilidad y autonomía económica.
Ahora cualquier intelectual que apareció «progresista alguna vez se hallaría a sueldo, sin pudor, de la USAID, lo que lo convierte en un agente extranjero consciente pues esas atenciones.
Ya es lugar común rememorar que el poder absoluto corrompe absolutamente.
Lo que no es lugar común es que esa es una realidad que se reedita históricamente. Cuando se procura tener un control casi absoluto de diferentes instancias del poder institucional y formal se procura sembrar en tierra fértil un proyecto que no quiere dejar nada, ningún margen a la casualidad.
Hay sin embargo, asomos de que esa concentración virtual va a ser respondida por nuevos proyectos políticos de figuras tradicionales, obviamente, que se hallan alarmadas por esa realidad.
No hay a la vista ningún proyecto de cambios de alguna magnitud que pudieran desafiar el presente.
Clase media
Los focos de atención del Poder se enfilan hacia la activa clase media, debido a su poder movilizador y sus frecuentes descontentos y a la alta razón de su movilidad y a la autonomía económica que tiene.

