Opinión

Alarma social

Alarma social

Lo vimos en películas de “ciencia ficción”. Hace casi 20 años, Morgan Freeman, encarnaba al médico Billy Ford descubridor de un virus llamado “Motaba” que, 30 años después, asolaba Zaire, en África, matando a todas las víctimas. Para enfrentar la epidemia que amenazaba con extenderse al mundo, Dustin Huffman personificó a Sam Daniels, enviado a África por los Estados Unidos.

Motaba es Ébola, una realidad que nos obliga a pensar en la ficción cuando ya las fronteras del contagio salieron de África hasta casi todos los continentes. En la región, Brasil tiene un primer caso que, por el contagio extendido del virus, implica poner atención a un entorno más o menos inmediato, recordándonos a nuestro país, la vulnerabilidad en la que estamos como comunidad nacional.

No podemos dejar de pensar en el funesto suceso del Hospital Robert Reid que soltó las alarmas del dolor y la sorpresa en nuestro país, por algo que sabíamos pero que no enfrentábamos, una negligencia irrefutable del Estado administrado, de todas las instancias formales e informales, de todas y todos.

Otras cifras, además de las 11 muertes infantiles, aparecieron mostrando una disfuncionalidad que mató 6.4% de niños y niñas ingresados en ese hospital de 2006 a 2012, sin sentirlo ni padecerlo. Con un sistema tan tranquilo que seguía dirigiendo y trabajando con todas las precariedades de un presupuesto obsceno, que sí puede pagar barrilitos, sobresueldos, nominillas, regalos y canastas alusivas, entre miles de derroches, pero no da para la salud del pueblo.

La decisión rápida de un poder “asombrosamente sorprendido”, cambió autoridades y esperamos, procesos personales legales, porque nadie anda por este mundo trabajando con la salud de las personas sin saber que es responsable. Si fuera así, las universidades del país están mal al no enterar a sus graduados y graduadas que trabajar sin los implementos necesarios, es a riesgo de culpa propia.

La amenaza real de una epidemia que se expande por el mundo al ritmo del transporte, aviones, barcos, personas circulando por espacios de tránsito contaminados, es un desafío demasiado grande para un sistema de salud como el nuestro que tiene que decidir ahora mismo, como recibiremos al Ébola.

Es inevitable invertir, es decir, conseguir recursos supernumerarios para la posibilidad de una epidemia que no es la chincungunya y que, cuando hay atención mínima, mata al 55% afectado. Imaginamos que ya el Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional se han puesto de acuerdo para esa cuenta en la que hay que depositar lo posible y lo imposible, incluyendo los caprichos tradicionales y el despilfarro del funcionariado. De no ser así, que Dios nos encuentre en gracia!

El Nacional

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