En Navidad

En el cuento de Chejov “La Tristeza” muestra a Yona, un cochero que a pesar de haber perdido su hijo tiene que hacer su trabajo y transporta varias personas y ninguna le escucha y por tanto no entienden su pena. Terminado el trayecto, Yona no tiene nadie más con quien hablar, excepto su caballo y le dice: “Era un verdadero, un espléndido cochero; conocía el oficio como pocos.

Desgraciadamente, ha muerto…

Tras una corta pausa, Yona continúa.

–Sí, amigo…, ha muerto… ¿Comprendes? Es como si tú tuvieras un hijo y se muriera…

Naturalmente, sufrirías, ¿verdad?…

El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y resopla un aliento húmedo y cálido. Yona, escuchado al fin por un ser viviente, desahoga su corazón y, poco a poco, se lo cuenta todo.”

Esa es la parte final del famoso cuento, salido del intelecto de uno de los más famosos escritores soviéticos.

Traigo la historia a colación, en navidad, para reflexionar en esta época en la que se supone que todo debe ser alegría, disfrute, celebraciones, compartir con un trago y comidas, pero que para muchas personas puede ser de duelo, en especial por lo que nos ha traído esta pandemia del COVID, y que probablemente sean pocas las familias que no hayan perdido un ser querido, además, de la gran cantidad de separaciones de pareja que se produjeron por tener que compartir en confinamiento, las desgracias económicas y el mismo miedo que desató la pandemia.

Si usted se siente triste, por la razón que sea, usted debe buscar como expresar su dolor, puede ser ante un caballo como Yona, un amigo, un familiar cercano, un vecino o a su perro o su gato, pero desahóguese, y si cree que debe ir más lejos y buscar ayuda de un especialista de la conducta hágalo, pero no se encierre, no se ahogue en las penas y mucho menos en alcohol, y siga viviendo, porque se puede y todo pasará, y hasta podría disfrutar un poco de la alegría navideña y le aseguro que por ahí ha caminado el que les regala a “algo más que salud”.

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