Los alcaldes recién posesionados en el cargo, deben saber que ya el populismo debe quedar atrás. Su labor no debe ser dirigida por la glosa de un partido político, sino ejecutar acciones pensadas por el bien colectivo.
Los regidores también tienen esa obligación. En los cuatro años de ejercicio constitucional, muchos síndicos y regidores se olvidan de sus obligaciones, y descuidan el trabajo para el que fueron electos.
Los ayuntamientos son un gobierno pequeño, en miniatura, que debe orientar todos sus esfuerzos en que se mejoren las condiciones de vida de sus respectivos municipios.
En la mayor parte de esas demarcaciones, impera más el seguimiento político, que el trabajo comunitario.
Desde ahora debe surgir un nuevo alcalde, preocupado por su comunidad, que deje a un lado la demagogia electoral, y que comprenda que será valorado y evaluado por su trabajo y realizaciones, y no por simples caprichos partidarios.
Una de las principales obligaciones de los nuevos alcaldes será iniciar la limpieza de sus municipios. En el Gran Santo Domingo todos son síndicos nuevos, con excepción de Carolina Mejía que se reeligió. Hay viejos conocidos, que por las alianzas vuelven al cargo.
Es una obligación amarga que todavía con el traje blanco de juramentación, los nuevos alcaldes se tienen que ensuciar los zapatos de desperdicios. Tienen que de inmediato buscar corregir las pestilencias de las inmundicias tiradas en las calles.
Tómese en cuenta, que los anteriores fueron derrotados y sus munícipes querían cambios. A estos nuevos jefes se les está dando la oportunidad de que trabajen y mejoren sus comunidades.
Los alcaldes salientes desde el momento que se dieron cuenta de que habían perdido sus elecciones, se apartaron del cargo, y dejaron en el limbo trabajos tan importantes como la iluminación de calles y la recogida de los desperdicio.
Por años, el gobierno central controla la mayoría de las obras que corresponden a los Ayuntamientos, y ello no es malo, lo que debe haber es consenso y armonía.. Ello significa una carga menor para los ´síndicos, sobre todo si son del partido de gobierno.
Eviten encerrarse en sus despachos, e hincharse de prepotencia y altanería. Acabó la demagogia y comienza el trabajo. El mejor funcionario es el asequible, el que siempre está dispuesto a recibir a un simple munícipe con el problema de una cloaca en su calle. Lleven a cabo una política de puertas abiertas, pero con orden. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
Manuel Hernández Villeta