El accidente de tránsito del viernes en la autopista Duarte, con saldo de seis muertos y 28 heridos, debería motivar al Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant) a intervenir al menos todas las autopistas troncales convertidas por conductores imprudentes en mantos de muertes.

La tragedia se produjo al deslizarse un autobús de pasajeros en el tramo Guaco-La Vega, cuando el chofer trató de evadir una yipeta que habría realizado un rebase temerario, percances frecuentes en las carreteras en que impera la ley de la selva.

Los accidentes representan la segunda causa de muertes en el país que además nos coloca entre las naciones con mayor número de decesos por ese motivo, razones más que suficientes para que el Intrant asuma control de todas las autopistas.

Al manejo temerario de conductores de patanas, camiones, autobuses y minibuses, se agregan los vehículos livianos que convierten las carreteras en pistas de carreras sin que la Digesett se digne en afrontar ese infierno.

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En 15 años, contados a partir de 2007, murieron en el país 27,608 personas en accidentes de tránsito, equivalente a 1,840 muertes por año, clara señal de que aquí se conjugan temeridad de choferes con negligencia de las autoridades.

Se requiere un amplio programa de señalización e iluminación de las carreteras, dotarlas de patrullas motorizadas con equipos de comunicación, medición de velocidad y de ingesta de alcohol o drogas. Sólo así las autopistas dejarían de ser lienzos de muerte.