Entre las fuentes para captar recursos para enfrentar la pandemia del coronavirus se ha citado con insistencia el barrilito de los senadores. Y lo cierto es que si los recursos son para asistencia social tiene sentido que en medio de la actual crisis sanitaria los congresistas sean despojados de las partidas. Hay senadores que a través del oprobioso programa reciben más de un millón de pesos al mes para supuestas labores de caridad. Sin importar que los recursos contrastan incluso con la reducción de la pobreza que reivindica el Poder Ejecutivo, en una situación como la actual, con una población en cuarentena y bajo toque de queda, el programa carece de sentido. Los senadores, antes que plantear el uso de los fondos de pensiones, deberían renunciar voluntariamente a unos recursos que por demás no se corresponden con su función de crear leyes y velar por su aplicación. Los legisladores no tienen cómo justificar la distribución de los recursos en los actuales momentos. En esencia un fondo politiquero, que fomenta el parasitismo social, en medio de la presente pandemia diferentes sectores lo han puesto en la mira. Y con justicia.