Por más que se haya avanzado en materia de transparencia, organización y participación, los procesos electorales no dejan de generar traumas en la población.

La más sencilla de las razones es todavía la resistencia de los no favorecidos con el voto a aceptar los resultados. Enturbia el ambiente cuando cualquier irregularidad, aunque sea mínima, es asociada con algún plan para alterar los resultados en beneficio, casi siempre, del partido en el poder.

Con motivo de la celebración del Día de la Altagracia, la Conferencia del Episcopado Dominicano ha exhortado a orar por unas elecciones municipales sin traumas. Pero los obispos no se limitaron solo a las votaciones pautadas para el 18 de febrero, sino que también llamaron a orar por los enfermos, las familias y contra los feminicidios y la pobreza.

El Día de la Altagracia, a quien los dominicanos rinden tributo como su patrona, es una ocasión propicia para orar y reflexionar sobre las grandes necesidades de la nación.

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La clase política que disputa del poder haría un gran aporte a la población con solo colocar los intereses del país por encima de ambiciones personales.

Sería un gran paso si el actual proceso, que ya entra en su última fase, aparca la violencia y las confrontaciones para enrumbarse por el sendero del civismo y las propuestas.

Los males abordados por los obispos no se resolverán de no contarse con la voluntad de la clase política y la contribución de cada uno de los dominicanos.