Opinión

CARTAS DE LOS LECTORES

CARTAS DE LOS LECTORES

Carta a Gustavo Montalvo
Señor director:
Como es de su conocimiento, la Unión Europea es la segunda fuente de inversión extranjera directa en República Dominicana. En este contexto, el caso de referencia nos genera preocupación, no solo por el daño que se le hace a un inversionista europeo, sino también por la imagen de país de República Dominicana que se proyecta en materia de estado de derecho, clima de negocios y seguridad de las inversiones.

El 9 de enero del 2014, la Cámara Civil y Comercial del Juzgado de Primera Instancia del Distrito Judicial de San Pedro de Macorís ha resuelto la sentencia No.1-2014. Esta sentencia designa al Consejo Estatal del Azúcar (CEA) como administrador judicial provisional del Ingenio Porvenir debido a una litis entre el CEA y el inversionista europeo Joaquín Martí Montero, firmante en septiembre 2010 de un contrato de arrendamiento con el CEA. Antes del 9 de enero del 2014, cinco sentencias judiciales y un laudo arbitral habían dado ganancia de causa al arrendatario del Ingenio Porvenir. Ninguna de ellas se ha aplicado. Por el contrario, la reciente sentencia judicial que contradice lo acordado anteriormente, ha sido cumplida de inmediato.

Distinguido Ministro, en el año en el cual el Acuerdo de Asociación Económica se revisa, luego de exportaciones récord de azúcar dominicano a la Unión Europea, y considerando la cooperación significativa de la EU con las instituciones dominicanas de promoción de las inversiones, de protección de la competencia, de fomento productivo, etc., Usted entenderá nuestra preocupación por este caso y sus implicaciones. Solicitamos el uso de sus buenos oficios para ayudar a encontrar una solución urgente al mismo.
Le agradezco de antemano su atención y aprovecho la oportunidad para saludarle con mi más alta y distinguida consideración.
Atentamente,

Alberto Navarro
Embajador de la Unión Europea
Honestidad en Metro
Señor director:

La mañana de 05 de febrero, llegue a la oficina y minutos después de haberme adentrado en la rutina del trabajo, me percaté de que había dejado mi monedero en una estación del Metro de Santo Domingo.
Recordé mi desliz, pedí unas monedas prestadas y me dirigí velozmente a la parada.
Al llegar, los empleados verificaron que me pertenecía, me detallaron todo lo que había dentro. Los abnegados jóvenes se negaron a recibir una humilde propina y adujeron que cumplían con su deber.
Atentamente,
María Virgen Ortiz
Periodista

El Nacional

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