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Ser serio en RD
Señor director:

Ser político o funcionario serio en República Dominicana, en la casi totalidad de los casos, es un atributo carente de certitud. El que no tiene actitudes institucionales, coherencia, rectitud, sentido de justicia, sensatez, ni asertividad en sus acciones, no está adornado por esa virtud.
Un funcionario cual que sea su estamento en la intrincada madeja del Estado y el gobierno, para conjurar un delito, no debiera dar paso a lo incondicional. Mucho menos con las simpatías político-partidarias.

Algunas personas, entre ellos, periodistas, opinan que el Procurador Adjunto de Anti-lavado, Germán Miranda Villalona, es un hombre serio. Pero tal parece que el funcionario judicial es serio por la gravedad con que plantea algunas iniciativas o sugerencias tomadas con pinzas, no así, con respecto a algunas figuras con la que se resiste distribuir justicia.

Inquietarse en estos momentos porque algunos candidatos, tal vez a cargos menores como regidores y otros, son sospechosos o de algún modo están ligados al narcotráfico es una acción plausible, pero selectiva; propia de un alienígeno que no conoce el entorno dominicano. Y aquí está lo injusto y tendencioso con respecto a sucesos relativamente recientes. Lo relevante no es imputar nada a nadie alegremente, sino corresponderse con una práctica libre de suspicacias.

Cuando se empezó a armar todo el tablero de aspiraciones electivas con la participación de muy connotados políticos, Miranda Villalona, en su calidad de guardián celoso en cuanto al lavado y las actividades del narcotráfico, dejó pasar una excelente oportunidad.

En esa inmediata contemporaneidad se presentaron escandalosos casos de figuras públicas que, presuntamente, activaron ligadas al narcotráfico. ¿Hubo reacciones del flamante procurador adjunto? No. Se mantuvo en silencio y, contrario a ahora, no motorizó una investigación para validar o descartar políticos supuestamente vinculados a narcotraficantes.

A la sazón, en una sociedad donde una buena parte del pueblo y opinantes lucen amodorrados por su fanatismo y necesidades, más que por sus otrora enarbolados principios de honestidad, muchos paniaguados adujeron como sainete defensivo que las declaraciones o imputaciones de un narcotraficante, no tienen credibilidad.

Atentamente,
Fernando A. de León

El Nacional

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