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De costa a costa

De costa a costa

Eduardo Álvarez

En la naturaleza encuentras la divinidad. A lo mejor, una y otra son la misma cosa. Todo cuanto existe tiene sus raíces en el campo. Es decir, nos llega desde adentro de la tierra, en llanuras, montañas, entre bosques, ríos y sabanas.

En una geografía insular como la nuestra, la naturaleza es bendecida de costa a costa con aguas verde azules que besan extensas playas de arenas pardas y blancas salpicadas de palmeras entre un radiante sol y sombras frescas ofrecidas al reposo y la tranquila quietud de la contemplación.

Premisa que nos compromete con la cordial hospitalidad que brindamos a quienes nos visitan en procura de estas bondades. La infraestructura hotelera, con sus facilidades, es apenas un componente turístico. Un complemento. De tal forma, que todos somos partes de las ventajas que nos hacen especialmente atractivos. Uno con todo, a decir del Poeta. Formamos parte del paisaje Escribimos la historia, en vez de ser objetos o componentes de ella.

Atributos que nos enriquecen, como miembros de una comunidad que canta y que baila con la gracia tropical de quien se sabe bendecido y bendecida por Dios y lo que representa vivir entre el abrazo de un cálido verano y la frescura de una eterna primavera. Este es el momento en que playas y montañas se encuentran. Es así: ¡República Dominicana lo tiene todo!

Esto y más ofrece nuestra media isla, con la garantía de la paz, la tranquilidad que hemos construido y afianzado en estos casi cuatro años. Por tanto, este canto al ritmo de bachata y merengue, entrando, vía aérea, por Santo Domingo, Punta Cana, Samaná, Santiago y Puerto Plata. En cruceros, por Santo Domingo, Puerto Plata y La Romana. Incluye facilidades de llegadas en Isla Catalina y Samaná. ¡Bienvenidos, pues, a República Dominicana!