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Descontaminación ambiental “Se trata de una cruzada vacía, destinada a distraer”

Descontaminación ambiental “Se trata de una cruzada vacía, destinada a distraer”

Una moda creciente, con adeptos en el mundo entero, a la que significativamente llaman “lucha contra el cambio climático”, tiene un parecido extraordinario con otra, por ser inventada, que pudiera llamarse “lucha contra la proliferación de rayos y centellas.”

La primera es huera y la segunda lo sería también si se la emprendiera.

Se trata de una cruzada vacía, destinada a distraer, en la medida en que no se ha colocado en primer lugar una lucha seria contra la contaminación que la genera.

Aquello que resintiéndose de correctivos no aplicados en lo inmediato a pesar de ser urgentes, resulta altamente sospechoso de no tener destino alguno.

En lo que al clima mundial ya afectado se refiere, no se trata de poner a soplar a un abanico para un lado en vez del otro.

El clima no es un juego de piezas para desarmar y limpiar, sino un formidable sistema de sistemas variables, cambios y direcciones  más que extraordinarias.

Irse al puño contra dragones es de una desigualdad que no puede aspirar a tira cómica. Creer que se pueden cambiar los patrones climáticos para que un día de estos nos resulten favorables es desconocer cómo opera esa inmensa maquinaria que gobiernan leyes y procesos que tardaron cientos de millones de años en imponerse y luego en estabilizarse.

 El primer esfuerzo  a impulsar es educativo, el segundo coercitivo.

Se debería obligar a quienes dañan mares, ríos y territorios y matan especies y capturan otras para el  comercio y el cautiverio, a cambiar sus procedimientos aún cuando no sea, porque no lo será, de la noche a la mañana.

Como en la fábula célebre, se hace difícil colocarle el cascabel a ese monstruo de magnitudes insospechadas que no parece gato u otras pequeñas criaturas domesticadas.

Las grandes fuentes de polución, las naciones más industrializadas, bien pudieran estar detrás del montaje anti cambio climático, ya que les viene bien una buena ducha de apariencia a insinceridad.

 Pecarían de esa otra ceguera que se corre el riesgo de llevar hasta la muerte quienes crean que se están haciendo esfuerzos significativos para variar los patrones de derroche impúdico de los recursos del planeta cada vez más exíguos y más detonantes de conflictos agudos y de riesgos sociales amenazadores.

Ahora todo el mundo anda en la idea de enfrentar como supermanes de nuevo tipo al cambio ese, como si se pudiera, como si la palabra medicina curara al enfermo.

Todavía no se ha decidido a ciencia cierta que el clima esté cambiando por el efecto invernadero, ya que otras veces lo ha hecho mucho antes de la era industrial.

Pero en caso de que sea así, lo cual parece correcto, tienen que haber disposiciones  decisivas tendentes a detener el deterioro de la tierra, que, por cierto, lleva un derrotero que hará del planeta primero, un atolladero de proporciones apocalípticas con guerras por agua potable, por petróleo, las cuales ya son viejas y tienen más de un siglo, por el oro,  por diamantes, por hierro y por todo lo que tenga alguna utilidad práctica.

Mientras tanto, los terremotos -que tienen muy  activas a las denominaciones religiosas ya bien  penetradas por muchos factores de desmovilización, de manipulación y lavado de conciencia como también por un conservadurismo casi a toda prueba, están haciendo el trabajo de despertar al mundo sobre la necesidad de levantar estructuras más duras y resistentes.

Nadie espere tanta generosidad de intereses que se han levantado desde el sudor y la sangre de millones de necesitados.

El entusiasmo de los artistas y de los líderes seriamente comprometidos con un estado evolutivo de la humanidad  deviene ligero si no analizan estos pormenores.

Copenhague ya dijo por dónde van los esfuerzos de los industrializados: hacia ningún horizonte concreto.

Quienes entienden que gobiernan ahora al mundo saben realmente lo que sucede, pero casi nadie ha cedido sus intereses al idealismo de hacer lo que la gente quiere si no les reporta beneficios elevados.

El idealismo es de los soñadores  y las ganancias -ajenas-, de los corredores de bolsa.

Pero el mundo no es una bolsa ni un manojo de sueños sino muchas conjunciones de intereses.

Lo único que mantiene una elocuencia histórica consecuente y puntual son los hechos.

La realidad de las acciones

Las grandes potencias saben qué debe hacerse para enfrentar los problemas climáticos. Copenhague ya dijo por dónde van los esfuerzos de los industrializados. Todo cuanto hagan, estarán  sujeto a un segundo plano frente a sus intereses. Nadie espere tanta generosidad frente a tanto provecho levantado gracias al sudor y la sangre de millones de necesitados.

El Nacional

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