«Con esta argumentación teológica, los estadunidenses se aprestaron primero a poseer toda América del Norte, y posteriormente posaron sus ojos en la posesión de bellas y cálidas tierras del centro y sur del continente americano, así como de la zona del Caribe, ya que consideraban estos territorios de su exclusividad, es decir, una «posesión natural».
La clara visión que tengan los hombres y mujeres sobre el desarrollo de su nación es fundamental y decisivo para el crecimiento espiritual y material de la misma no importa lo pequeña o pobre que sea.
Al hacer un breve análisis de la historia de los Estados Unidos y su influencia en los acontecimientos políticos, sociales, religiosos, económicos y militares en la civilización humana nos damos cuenta del porque de su grandeza y la razón por el cual están en el lugar en que se encuentran: primera y única potencia del mundo.
Si leemos las miradas planteadas por algunos reputados teóricos y estudiosos de la historia del pueblo norteamericano y su hegemonía imperial no nos quedará ni un mínimo de dudas de lo arriba reflexionado.
Figuras de gran talento en la investigación histórica norteamericana y la geopolítica mundial como Will Paul Adans, en su libro Los Estados Unidos de América; Michael Mann, El Imperio Incoherente; Samuel P. Huntington, en ¿Quienes Somos y los Desafíos de la Identidad Nacional Estadunidense; y Zbigniew Brzezinski, en su notable obra ¿El Gran Tablero Mundial, ofrecen testimonios fehacientes de lo que planteamos
Es menester, decir que a partir de la lectura de las referidas obras sobre los Estados Unidos los elementos de superioridad y de expansionismo ha sido una constante en el devenir histórico entre los hombres y mujeres que han conducido esa nación, aún sea ha expensa de los demás pueblos.
Entre los principios o valores que ellos han enarbolado para lograr su objetivo sobresalen, además, el individualismo, el pragmatismo, el utilitarismo y el materialismo; así como los principios de la libertad y la democracia.
Pero estos componentes ideológicos se expresan y se reflejan claramente con más intensidad en la doctrina del Destino Manifiesto, que lo presenta como patente, claro, descubierto, evidente e inevitable.
En esta doctrina, los estadounidenses se han considerado destinados a realizar una labor cristiana a través del mundo, ya que el destino de este pueblo había sido trazado por la mano del Salvador: «La divina providencia ha escogido y conducido especialmente al pueblo norteamericano para desarrollar un tipo más elevado de libertad y civilización, que el que otro país haya jamás a1canzado.»
Acorde con lo anterior, puede inferirse que los Estados Unidos se consideran poseedores exclusivos de la verdad y actúan conforme a esta creencia, les corresponde un Destino Manifiesto para el cual han sido elegidos por Dios, y por tal motivo están llamados a ser el instrumento divino para llevar a cabo la regeneración moral y política del mundo.
De ella se deriva la idea de que los Estados Unidos tienen una tarea divina que cumplir, no solo servir de modelo y guía para los pueblos, sino compartir con ellos los beneficios y alcances de su civilización.
El Destino Manifiesto, al mismo tiempo que denotaba la espiritualidad interior del pueblo norteamericano, expresaba una tarea: «libertaria, democrática y republicana, que cumplir dentro del país, en el continente y en el mundo.
Con el paso del tiempo, las fronteras de este continente les parecieron insuficientes se dedicaron a proveerse de zonas de influencia estratégica en diferentes partes del mundo.
La expresión
La interpretación aparece por primera vez en el artículo: Anexión del periodista John L. O Sullivan, publicado en la revista Democratic Review de Nueva York, en agosto de 1845.
Decía que: el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno.
El autor es periodista y magister en Derecho y Relaciones Internacionales.