La reciente advertencia del presidente Luis Abinader a los funcionarios con aspiraciones presidenciales dentro del Partido Revolucionario Moderno (PRM) ha desatado un dilema político de alto voltaje. El mensaje fue claro: el que quiera aspirar, que deje el cargo. Pero el escenario no es tan simple, si partimos del costo-beneficio desde el punto de vista político.
El fuego generado por el acto realizado en pleno día de semana por el director de INAPA y precandidato presidencial Wellington Arnaud fue el detonante de un llamado ante un clamor más que necesario. Era evidente, sobre todo para un presidente como Luis Abinader, que dejará en tres años el Palacio Presidencial, por lo que está obligado, como buen comandante, a mantener sus tropas enfocadas para evitar que los tiros externos destruyan su base central, que es la obra de gobierno.
El dilema ahora tiene ribetes muy profundos, ya que, por un lado, los presidenciables constituyen la principal materia prima de exposición mediática y de gestión que tiene el propio Gobierno. Silenciarlos por completo le abre las puertas a la oposición, que cuenta con dos expresidentes del calibre de Leonel Fernández y Danilo Medina. Ambos acumulan 20 años de ejercicio en la presidencia de la República y tienen combustible suficiente para aguantar los vuelos que sean necesarios en las 32 provincias del país y los 158 municipios, armando sus tropas para el ataque. Una señal clara de que, aunque en la forma son los mismos jugadores, el juego cambió.
Este dilema no es nuevo en la política dominicana. En los años finales del balaguerismo, los delfines del Partido Reformista fueron mutilados en su crecimiento por el propio Balaguer, quien no permitía que nadie le hiciera sombra. En el PLD, figuras como Reinaldo Pared Pérez o Francisco Domínguez Brito vieron sus aspiraciones evaporarse ante el liderazgo absoluto de Leonel Fernández y, más adelante, Danilo Medina.
Hoy, el PRM vive su propia encrucijada. Lo que sí deja claro es que los presidenciables están obligados a replantear sus estrategias para poder seguir creciendo. Como advertía Nicolás Maquiavelo: “El que desee el éxito constante debe cambiar su conducta con los tiempos.” Y este es el tiempo de redefinir estrategias. Ya no bastará con una buena gestión técnica; ahora se medirá quién tiene liderazgo real, capacidad organizativa y respaldo político fuera de la sombra del Palacio.
Porque al final, el primer asalto de esta batalla se ganará en la base del partido, que, aunque nuevo en la forma, ya sus dirigentes saben cómo quitar y poner candidatos, en un padrón cerrado donde la razón se impone a la emoción. Por eso existen los ganadores de encuestas, pero los perdedores de elecciones.
Por: Elvis Lima
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