Carta de los Lectores Opinión

Duarte, el innombrable

Duarte, el innombrable

Yesika Florentino

Señor director:

Por la forma de ser de muchas personas en la actualidad y la orientación que guía sus conductas, pareciera, por no decir que estoy segura, que los valores se han perdido, reinando la ausencia de principios éticos y morales que conduce a la sociedad por una corriente de egoísmo, desigualdades e injusticias.

Una realidad que nos separa, “por mucho”, de los ideales y características de quien ostenta ser uno de los padres de la patria dominicana, Juan Pablo Duarte, cuyo nombre se escucha cada vez menos y cuyas acciones van quedando en el olvido de una generación que posa sus ojos en otros “ejemplos” a seguir.
Duarte, el innombrable, porque lamentablemente desaparece mientras crece la delincuencia, la corrupción y la inseguridad.

Duarte, el innombrable, entre jóvenes y adolescentes que apenas identifican a los libertadores de un país que cientos de años atrás estuvo preso, coartado e impedido de soberanía y democracia; pero que hoy, en contraste, la libertad es tanta que muchos se sienten con derecho sobre otros y sobre lo de otros.

Duarte, el innombrable, para muchos que pese a tener roles destinados a “servir a la gente” se hacen los sordos y ciegos frente a las injusticias, la desigualdad social y la pobreza.

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En un escenario donde este país necesitara ser libertado nueva vez, probablemente escasearan los voluntarios genuinos para defender la nación y su soberanía, pero abundarían aquellos que vestidos de patriotismo simulen hacer frente al enemigo mientras a nuestras espaldas, buscan alianzas a cambio de una tajada del pastel.

Esos también han convertido en innombrable a Duarte, un hombre lleno de virtudes que merecen mantenerse vivas de generación en generación, no como un recuerdo, sino como un ejemplo a emular porque, sin dudar, República Dominicana necesita más hombres y mujeres como él.

Hombres y mujeres modestos, sin vanidad ni ambición, enemigos de la búsqueda de privilegios, sin orgullo y sin afán de poder. Más bien, patriotas apegados a la justicia, defensores de la Constitución y las leyes.

Duarte fue poseedor de una extraordinaria honestidad, misma que hoy debería estar presente en los roles gubernamentales, espacios públicos y privados, que sirven a la población. Esa es la mejor forma de honrar su legado.