Cuando unas presentaciones en el Festival Med 23, acontecido a finales de junio, en Loulé, en el sur de Portugal, estaban muy deslucidas (muy pocas), la oportunidad era de refugiarse en los escenarios más íntimos para escapar. Allí te podría aguardar una sorpresa.

Al menos, en esos pequeños ambientes se respiraba más cercanía y se podía apreciar más autenticidad y frescura, como fue el caso del dueto gallego Caamaño & Ameixeiras, con su acordeón y violín, respectivamente. Su presentación en el pequeño escenario Hamman, un lugar con coquetos árboles y frutas colgantes, atrajo la curiosidad de muchos, el lugar estaba lleno.

Para ellas, algunas canciones en su expresión de saber colectivo o en su ropaje tradicional están en una continua travesía y en ciertas paradas, absorben nuevas connotaciones. Como la pieza “Maneo de Cambre”, donde Antía Ameixeiras, la ejecutante del violín y vocalista, explicaba: “Un gallego se la llevó a Venezuela y de regreso otra vez a Galicia, era algo un poco distinto a la anterior. Nos gusta esa idea de que la música tradicional va pasando de gente en gente y al final termina siendo una creación colectiva. Nos gusta sentirnos parte de esa cadena.”

“Maneo de Cambre” forma parte de su primer álbum “Aire”, y en la versión de la grabación cuenta con la participación de la reputada vocalista Silvia Pérez Cruz y el clarinete de Carola Ortiz.

Antía Ameixeiras era una gran conversadora y ponía en contexto cada tema y hablaba de lo que siente en las canciones y sobre todo en aquellas instrumentales.

“Vals de Pasmar” fue otra pieza que tuvo su contexto. Ella decía que en el sistema capitalista que vivimos nos obliga a estar produciendo cosas todo el tiempo, a trabajar todo el tiempo y en esta canción nosotras invitamos a parar, invitamos a la gente hacer nada, a vaciar la cabeza de todo contenido. “Para nosotras, esta es una reivindicación importante,” recalcó antes empezar a tocarla.

Otra vez hablaba la violinista de esa tradición gallega de bailar sueltos o sueltas, que puede ser tan fascinante como bailar agarrados y cercanos. “Bailar sueltas y mirándonos a los ojos directamente puede ser intenso también”, concluyó.
Y por ahí iba a caminar la última canción de la noche. “Aire”.

“Aire” fue la comunión del público y las artistas mientras los asistentes coreaban un estribillo que hasta hace poco desconocía. Simples, directas y genuinas, las gallegas revitalizaron la tradición y no se robaron el corazón de los presentes porque no hubo necesidad, los espectadores le ofrecieron el suyo en gratitud. Los asistentes abandonaron el lugar, silbando la melodía, contentos y jubilosos.
El autor es periodista

Por: Rafael Mieses
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