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EFECTOS

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La mentira  fenómeno de risa y llanto

Hace muchos años atrás, en la Cadena de Noticias había un periodista, cuyo nombre reservo, que le gustaba empinar el codo, y para justificar su ausencia a su labor utilizaba un juicio ontológicamente subjetivo como un dolor o la afectación de un sentimiento por la muerte de su abuela o de otros parientes, a los cuales “mataba” varias veces.

En una ocasión se presentó a las seis de la mañana con un pañuelo a rayas en la mano secándose las lágrimas por la muerte de su abuelita, todos nos paramos y le dimos el pésame, y el director, Nino Germán Pérez, lo despacho de inmediato, tres horas después, en un recorrido por motivo del día de las madres, lo vimos completamente borracho frente a una tienda de la avenida Duarte.

Otro caso metafísico, pero epistémicamente objetivo, es el hecho del político que dijo que República Dominicana se había convertido en un New York chiquito por la construcción de un elevado y de un metro, sin el miramiento de la arquitectura como metáfora en relación a espacios, perspectivas, ópticas y planteamiento panóptico, dentro de una lógica entre lo que se muestra y lo invisible.

Simplemente nos reíamos de ambas mentiras, las cuales eran veniales, sin importancia., porque aunque la mentira no es más que una forma grosera, es inherente al ser humano, tal y como dijo el poeta Salvado Espiu :”la verdad es como una estrella que estalla y de la que cada uno tenemos una parte” ¿qué usted se imagina que es la otra parte? la otra parte es de mentiras.

La mentira tiene mala reputación y es estrategia de comunicación ocultadora y tergiversadora de lo real que nubla la posibilidad del conocimiento acerca de la naturaleza de un acontecimiento, un estado anímico o un sentimiento, así la definen Ignacio Mendiola y Juan Miguel Goikoetxea, en su libro Sociología de la mentira.
Pero la mentira es inaceptable hasta tal punto de que los seres normales sufren alteraciones psicológicas cuando hacen uso de ella, por eso se dice que la sociedad, respecto a la mentira, vive inmersa en la esquizofrenia: mientras, no la encuentra tolerable.

Sentenciaba San Agustín que mentir equivale a perder la vida eterna y que nunca debe optarse por el engaño, ni siquiera para salvar la vida; en ese tenor Kant defendía que debe decirse la verdad aún a sabiendas de que puede acarrear el sacrificio de un inocente.

De esos argumentos se burla El periodista español Santiago Tarín en su libro Viaje por las mentiras de la Historia Universal al proponer. “que levanten la mano los que no dirían alguna trola (mentira) para preservar su integridad o para evitar que se llevaran por delante a otro”, y dice que eso en teoría está bien, pero en la práctica es imposible.

¿Pero por qué mentimos? Los psicólogos y psiquiatras dicen que los que engañan buscan algo material, o satisfacer sus fantasías, o tapar sus carencias, para protegerse o proteger a los demás, por el miedo a ser rechazados, para darnos importancia, para evitar un castigo, para obtener una recompensa, ganar admiración, para evitar la vergüenza, para ocultar nuestras inseguridades, para acceder a un puesto de trabajo…
También la empresa Gallup en una encuesta realizada en Gran Bretaña revela que los británicos dicen veinte mentiras al día, y que los adultos eluden la verdad por lo menos dos veces diariamente, también que el 80 por ciento de los internautas dan datos falsos para navegar por la red, un 50 % de los humanos “engordan” su currículum y el 64% de la baja laborales investigadas por la Seguridad Social resultan ser un fraude.

Una mentira horripilante de la historia, fue aquella emitida por Estados Unidos que para invadir Iraq emplearon excusas como fabricación de armas de destrucción masiva del terrorismo de Al Qaeda, tras constatarse que no era cierto, justificaban que el engaño estaba bien porque Occidente iba a salir beneficiado, tampoco eso ocurrió, lo que sí ocurrió fue que mataron a miles y miles de personas.

La mentira piadosa, que hasta San Agustín la acepta, es aquella en la que usted cena en casa de un amigo, y la señora pregunta le gustó, y usted contesta, si estuvo muy buena ya puede casarse, ciertamente era una comida sosa, que la pudo tragar a base de mucha agua.

Esa mentira es muy diferente a la que ocurrió a Douglas Stringfellow, quien logró un alto cargo en el Partido Republicano de los Estados Unidos, por su comentario de haber sido titán en la segunda guerra mundial; decía que se había fugado del campo de concentración de Berger Belsen tras ser torturado por los nazis hasta dejarlo en una silla de ruedas.

El Partido Demócrata, fue el que, en1954, desenmascaró a ese farsante demostrando que jamás había sido agente de la inteligencia de los Estados Unidos, y que no estuvo en manos de los alemanes y que además incluso podía caminar.
Con relación a estos tipos mentirosos se han realizados estudios fisiológicos que aseguran que las mentiras causan transpiración, enrojecimiento y alteraciones de la respiración, mientras que los expertos en interrogatorios prestan especial atención a la dilatación de las pupilas, al lenguaje corporal y a los tonos de voz.
También en la Universidad Carolina del Sur en un estudio se determinó que los mentirosos compulsivos tienen menos materia gris; y los psiquiatras afirman que mentir causa estrés y miedo y si es un individuo avezado en estas lides se activa psicológicamente una serie de expresiones.
Los políticos, que son arquitectos en la construcción de castillos en el aíre, así como la gran paradoja de las comunicaciones, de internet y de las libertades individuales, se da el caso que en sus discursos e historias es cada vez más costosos distinguir lo cierto de lo mendaz.
“Lo difícil no es acceder a tanta informaciones, pues la tecnología lo permite, sino separar el grano de la paja”, expresa Tarín.

El Nacional

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