Nace, no se hace. Es un vate, simple y llanamente. Determinado, definido, verso y canto, intemporal y ubicuo, sabe bien, nos alegra o entristece en la misma forma conque nos recuerda que la vida es a cada instante. De garantizada universalidad.
La alegría como fuente de amabilidad y dulzura, y la tristeza como fuego que arrecia el carácter. Maneras que se funden armoniosas en la poesía, obra excelsa de las grandes almas, y el Poeta lo sabe.
Cada momento es memorable en tanto somos conscientes de cuánto vale. El Poeta camina invisible junto a nosotros, es alivio cotidiano, concluyente, auxiliar faro de luz donde la oscuridad se torna en amenazante confusión.
La soledad lo fortalece, por tanto la conserva como fuente nutriente aún entre multitudes. Igual, como se multiplica estando aislado. ¿Sortilegio o atracción de su canto? De ninguna forma engaño. Más bien, sutilezas con las que construye sus versos y entona su canto.
Verbo, sujeto y predicado, sustantivo propio, único, de su tiempo, se hizo absoluto. Se repite todo el tiempo y en todas partes como Shakespeare, Pessoa, Esquilo, Wilde, Gabriela, Virginia, Bacon, Homero, Salomón, Lorca. En fin, es indispensable, recurrente e infinito en su inmensidad.
Es él, el mismo que viste y calza, portador de su canto aún cuando calla. En pequeñas o grandes urbes, en el campo -aún en una apartada estepa entre lobos-, se expresa, a menudo multicolor, con o sin matices, en un discurso sublime, lleno de razones y motivos.
Profético, camina uno o dos pasos adelante con la claridad y sencillez de la sabiduría, como solo los sabios -los grandes- saben ser y se reconocen en el deber de serlo.