Alguna vez escuché a alguien, que ahora lamentablemente escapa de mi memoria, atribuir a Jorge Luís Borges haber dicho que la buena poesía debe ser escrita para ser cantada, y debo confesar que en mis fallidos esfuerzos por escribir algún poema con un mínimo de calidad me guío por esa máxima.
Y esa máxima, de Borges o no, pero que sigo compartiendo, se confirma cuando uno escucha el Poema 20 de Pablo Neruda, en la voz exquisita de Lissette Álvarez o, por qué no, en la de Alberto Cortez.
Pero más que hablar de esa condición de la buena poesía que puede o no ser compartida por otros, me quiero referir a la poética del bolero, que lo hace ser un género (para mí) insuperable, inolvidable y perenne.
Cuando escucho un bolero donde la imaginación poética hace gala suelo saborear todas y cada una de sus estrofas, como si se tratase de un vino añejado en los rigores del tiempo.
Y es ese sentido poético del buen bolero que ha obligado a muchos de los actuales boleristas y baladistas a beber en las aguas inagotables y cristalinas de aquellos compositores de antaño (y en algunos casos de ahora) a la hora de armar sus producciones discográficas.
El ejemplo más elocuente es Guitarra bohemia, de la autoría del Mago de la media voz Juan Lockward: Esta guitarra bohemia que vibra en mis manos/ ha comprendido que sólo la pulso por ti/ por eso tienen sus cuerdas sonidos humanos/ hondos sonidos que expresan lo que pasa en mi./ Esta guitarra bohemia que tan fiel me ha sido, que ha compartido conmigo placer y dolor/ la que por todas las rutas siempre me ha seguido/ es confidente de mi hondo secreto de amor./
Es la guitarra que llora por las madrugadas lágrimas suaves que arranco de su diapasón/ la que a mi lado conmigo tantas alboradas y la que acompaña en la noche mi eterna canción.
Esta guitarra bohemia sonera y doliente vibra con más sentimiento cuando es para ti/ Y su cordaje encantado parece que siente todo este amor que llevo tan dentro de mí
El compositor Fernando Díaz tiene, incluso, el buen tino de nombrar una de sus canciones más memorables con el nombre de Poema.
Grabada originalmente en portugués, está melodía se hizo famosa en 1964 en la voz de Los Hermanos Arriagada, un grupo chileno que en ese momento era poco conocido, y que la hizo para el sello venezolano EMI Odeón.
Poema se convirtió en todo un éxito, catapultando a Los Hermanos Arriagada al estrellato y al sitial que aún mantiene entre los amantes de la buena música en Latinoamérica. Y Poema es todo un poema, valga la redundancia, hecha canción. Estos versos, aunque tengan el nombre de estrofa, hablan por sí solos.
Poema es noche oscura de amarguras./ Poema, es luz que brilla allá en el cielo/ Poema, es recordar a un ser querido que uno quiere y que no viene/ Poema, es el cantar de un pajarito, que vive fuera de su nido, con la esperanza de volver.
La siguiente estrofa es de un valor poético incalculable y de una sentida nostalgia romántica.
Poema, es soledad de la alborada, un ebrio triste en la calzada, queriendo la Luna alcanzar.
Y estos versos finales del poeta-compositor estallan en agónica desesperanza tal vez por algún amor no correspondido:
Poema, es la tristeza, es la alegría, es el nacer de un nuevo día, es dolor cruel de una pasión./ Poema, es un poeta apasionado, es escribir desesperado lo que está aquí, en el corazón.

