La visita de la politóloga guatemalteca Gloria Álvarez, con su discurso libertario y marcadamente anti-populista, ha provocado un pequeño shock en los círculos políticos e intelectuales dominicanos por lo inusual del mismo en nuestro país. La República Dominicana ha vivido desde el inicio mismo de su historia las batallas inagotables de sus caudillos, desde Duarte y Santana hasta Bosch y Balaguer, haciendo que el populismo defina su política. Más aún, desde la consolidación del poder del Estado sobre los individuos bajo la dictadura de Trujillo, este se ha entendido tan fundamental al desenvolvimiento de la nación que le vemos como elemento indispensable para las soluciones. No ha de sorprender que el discurso de Álvarez deje a tantos rascándose las cabezas.
En nuestro país abiertamente se entiende que el fin mismo de la política es alcanzar el poder, y a su vez el objetivo de ese poder es preservarlo. Es por ello que no sorprende que ante una falta marcada de discursos, las campañas tengan que acudir al populismo y el culto a la personalidad como su único recurso. Ineludiblemente, y como bien expone Gloria Álvarez, el populismo tiende a crear un Estado clientelar que progresivamente va agrandándose para sostenerse, lo que termina erosionando las instituciones en nombre de preservar el poder por el poder mismo.
La lucha por la libertad fue el pilar sobre el cual nació la democracia moderna, y en todos los movimientos republicanos se entendió que la figura de un poder central tiende a ser el mayor obstáculo contra esta. Es por esto que esos movimientos visualizaron tres poderes distintos llamados a fiscalizarse entre ellos, en lo que resultó ser el primer paso a lo que hoy en día llamamos institucionalidad, o como bien lo presenta Álvarez, el contrapeso frente al populismo.
La búsqueda de un “mesías” que desde el poder absoluto del Estado solucione todos los problemas de la sociedad ha sido un cáncer para la institucionalidad en Latinoamérica, y en gran medida ha sido el principal factor en nuestro perenne subdesarrollo. En nuestros países el Estado fuerte se define por su tamaño y capacidad de incidir en el día a día de las personas, y no por su sujeción a la ley, tanto en la forma como aplica a los ciudadanos como en la forma que esta aplica para él mismo, y de ahí radica el hecho de que la institucionalidad no sea tema de política en la región y que, en cambio, se nos prefiera mantener ignorantes.
Es por ello que el discurso de Gloria Álvarez dentro de un matiz político, y no técnico donde el tema de la institucionalidad ya es incontrovertido, resulta tan refrescante. Me encantará ir más allá del anti-populismo de Álvarez y tocar su ideal libertario en futuros artículos, con la esperanza de quizás extender un poco más el shock libertario que ella ha iniciado. De mi parte, muchísimas gracias por dejarnos esto.