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ELECCIONES EEUU

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¿Por qué ganó Donald Trump la presidencia imperial?
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Aún en un prolongado shock, contra todos los vaticinios y sondeos, CBS, NBC, CNN, Bloomberg News, The New York Times, The Washington Post, Wall Street, The Wal Street Journal, es decir, una lonja ancha y gorda del establishment norteamericano, un desconocido e inveterado político Donald Trump, se alzó con el poder de la presidencia imperial de Estados Unidos en las elecciones de este ocho de noviembre.
Donald Trump perdió en su natal Estado de Nueva York y Bill Clinton perdió para su esposa Hillary Rodhan su natal Estado de Arkansas.

 
El titular de esta entrega dominical a El Nacional puede intitularse también: Por qué perdió Hillary Clinton la presidencia imperial”, una combinación de definición al poderío de Estados Unidos que acuñó como título de su monumental obra el tratadista norteamericano Arthur Meier Schlesinger jr. y todo se resume en lo que Trump ofreció que no abordó Hillary, y que era todo lo que la sociedad norteamericana ansiaba, y que tanto los republicanos como los demócratas, no le proporcionaban.

 
Retorno del complejo industrial del exterior a Estados Unidos, que supone la extremaunción a la maquila de zonas francas industriales, comenzando por la automotriz, que es la espina dorsal de la industria y la economía estadounidense, que ningún presidente categorizó, importantizó ni prometió retornar, donde Trump afincó el eje de su campaña hacia el primer poder del mundo.

 
En el 45 presidente de Estados Unidos, toda mercancía proveniente del exterior registrada como matriz USA, pagará entre un 30 y 35 por ciento, para equipararla en precio final al consumidor como la producida en el país de origen de la marca. Sencillo.

 
En el aspecto automotriz, pocos o ninguno de los automóviles de marca USA producidos en el exterior tienen mercado en el país origen de la marca, y Toyota, Hyundai, Honda y Mitsubishi, los de mayor demanda, son marcas extranjeras, inclusive con plantas en USA.

 
Esa providencia y correcta oferta de campaña, repercutió directo, ipso facto, en el elector, con la vista puesta en la generación de millones de empleos que absorberá la mano de obra especializada, en que los blancos, el 67% de la población norteamericana, que apoyó a Trump, se beneficiarán, y por eso concedieron el triunfo al magnate inmobiliario y de casinos, que postuló esas premisas por su veteranía empresarial, al margen de la política, de la que los estadounidenses demostraron estar hastiados sin resultados positivos que modifiquen sus status, de demócratas y republicanos.

 
Ese 67% de blancos que demostró que son ellos, respaldados por el Ku Klux Klan, que ya felicitó a Trump, el Tea Party y las adyacencias conservadoras del AAA (Asociación del Rifle), que se unieron al trumpismo, por respaldar que todos puedan portar armas, y controlar a los indocumentados, sobre todo mexicanos, construyendo un muro fronterizo, son el real poder electoral y económico de Estados Unidos desde siempre, y por un impreciso tiempo más. Muro que no se construirá porque México no lo financiará para no “vaciar” cuchillo para su garganta.

 
Presupuesto militar intacto, granjeó a Trump el respaldo del complejo militar industrial que enunció por primera vez el general presidente Dwight David Eisenhower, que es el triángulo que completa el Congreso y el presidente en que se construye el poder decisorio de la súper potencia unipolar que conduce a empujones el destino de ocho mil millones de individuos, con las excepciones de China, Rusia, Vietnam Cuba, Corea del Norte y por breve tiempo Caracas, La Paz y Managua.

El Nacional

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