Dicen que agradecer propicia felicidad a quien agradece y al agradecido, que despertarse y dar gracias ante todo, puede hacer la diferencia entre un buen día y un día. Si es así, propiciemos para que todos los días sean días de acción de gracia, para que esa tradición “gringa” se instaure en nosotros y se celebre durante todo noviembre y durante todo el año.

Últimamente, he visto varias ponencias de profesionales de la conducta en las que el agradecimiento está agregado a las recetas “en busca de la felicidad”. Tiene sentido. Si agradecemos nos centramos en lo bueno, en lo positivo: nos detenemos a ver lo que tenemos y no lo que nos falta o lo que queremos.

Agradecer es darse cuenta y cambiar quejas por satisfacción. ¿Ser conformista? Puede ser. Tal Vez la infelicidad venga de esa ambición loca de tener y tener, de esa sed que provoca no disfrutar lo que se tiene por estar pendiente de mas y mas, de convertir nuestra vida en un círculo vicioso de sumar, sumar… hasta que la muerte nos lleve a otro mundo al que no podremos llevar nada de lo que acumulamos, a fuerza de dejar de vivir alegremente el presente.

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Ojalá que además de reunirse y comer pavo, los que celebran el Día de Acción de Gracias, también hagan ejercicio de agradecimiento.

Que se detengan a agradecer por lo menos a los comensales de la mesa en la que festejan, que por lo menos agradezcan a los más cercanos. Las palabras tienen poder y la palabra “gracias” es potente: nos cambia positivamente el ánimo. Y si “gracias” se acompaña de otras palabras estimulantes mejor.

Hagamos un inventario de agradecimientos. ¿A quién y por qué razones agradecer?

Por: Mary Leisy Hernandez
Marilei@hotmail.com